sábado, 19 de enero de 2008

Michoacan, sin analfabetos gracias a Cuba


Empujadas por la discriminación y la esperanza que da la vida, las mujeres cruzaban a diario en sus icharuta’s (lanchas en purépecha) de la isla de Yunuén a Pátzcuaro, donde los facilitadores las esperaban para sus clases de alfabetización. La mente de una, de 82 años de edad, va puesta en las letras y los números, signos desconocidos durante una infancia de trabajo y ausencia en las aulas. Ellas forman parte de los 250 mil 252 alfabetizados (hasta noviembre de 2007) en Michoacán.

El 10 de septiembre de 2003, el gobierno del estado firmó un convenio con el Ministerio de Cultura de Cuba para aplicar del programa Yo sí Puedo, que al final fue adoptado con el nombre de Alfa Tv. El reto era acabar con el analfabetismo.

Según el INEGI, en ese año había 345 mil 603 analfabetos mayores de 15 años, que representaban 14 por ciento de la población de esa edad, mientras la media nacional era de 9.5 por ciento.

En cuatro años, esta otra guerra michoacana redujo la tasa del analfabetismo a 3. 83 por ciento (abajo de 4 por ciento se considera erradicado el fenómeno), en tanto el mismo indicador a escala nacional es de 8. 4 por ciento. La entidad pasó de la posición 26 a la ocho en las estadísticas oficiales.

Este logro permitirá que en febrero próximo (los días 12, 13 y 14) sea izada la bandera blanca en el estado como símbolo de que venció al analfabetismo en 113 municipios. Sólo esperan el acto oficial.

La discriminación en Pátzcuaro tiene otra cara, que tiene que ver precisamente con la ignorancia y el analfabetismo.

La viven hombres y mujeres a diario en la comercialización de sus productos y, en el peor de los casos, con las agresiones en el núcleo familiar, donde sus propios hijos o sobrinos los despojan de sus bienes. “Pon tu huella aquí”, les dicen, y al otro día amanecen sin tierras.

La campaña recorrió todo el estado pero en dos regiones hubo dificultades: la zona oriente de Huetamo y Valle de Apatzingán. Municipios de alta o muy alta marginación. En esos 123 ayuntamientos se trabajó en unas 3 mil comunidades, es decir, hubo una penetración de 70 por ciento.

Pese a que en la totalidad de las comunidades se trabajó bien con ediles de PRD, PAN y PRI, en el municipio de Tinguindín no resultó así, pues la alcaldesa de Acción Nacional simplemente prefirió hacerlo bajo la batuta del INEA.

Uno de los municipios con mejores resultados fue Uruapan: más de 10 mil alfabetizados.

Pero la tarea no fue fácil y hubo que realizar talleres de sensibilización previos. El ejemplo es Pátzcuaro. La gente desconfiaba, los hombres negaban el permiso a sus mujeres, pues creían que éstas les quitarían el trabajo. La economía del lugar se basa en la pesca y la artesanía. En Uranden Morales la emigración a Estados Unidos es alta; hay mucha marginación. Actualmente viven aquí siete u ocho familias. Hay alcoholismo y la drogadicción es incipiente.

Se habla purépecha, aunque también español. Aquí no sólo aprendieron a leer y escribir, sino a comprender muchas cosas. Ahora van contra la discriminación.

Las historias de vida son muchas. De Jiquilpan se recuerda a una señora que tenía cáncer. Estaba con un pie en la tumba. En su carta de evaluación escribió: “el ser humano puede aprender a todo” (sic). Lo logró. Luego murió.

Otra. Una señora de 80 años de edad tenía un solo ojo, el otro lo perdió a raíz de una infección curable. Era la más animada del grupo, la que más rápido aprendió.

En Pátzcuaro, la tierra donde Vasco de Quiroga hizo su máximo esfuerzo educativo, las mujeres alfabetizadas van con sus faldas con pliegues como un acordeón; se miran orgullosas con sus rebozos a cuestas y las flores amarillas y moradas les sonríen.

Programa exitoso

Para el coordinador estatal del Programa de Atención Integral de Educación, Fidel Ramos Zalapo, “las cosas por decreto no funcionan”; pondera el papel de Alfa TV como esfuerzo local.

Critica que para la Federación el analfabetismo no sea prioritario. “Al ritmo que lleva el INEA nunca se abatirá el índice de analfabetismo, además de que faltan recursos”, señala.

Esperanza Guadalupe Rosas: “Nací en 1937 y me decían mis papás: ‘no hay comida’, y yo tenía que ir a trabajar, no me cuidaban, ni me enviaban a la escuela. Soy de Huanaco. ¿Para qué me sirve ahora saber? Para la venta de fruta, hago bien las cuentas”.

Michoacán. Francisco Mejía en Milenio diario

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