martes, 26 de febrero de 2008
Pelirrojos: la ciencia detrás del color
Las diferencias en el color de la piel, ojos y cabello han sido objeto de fascinación desde tiempos antiguos. La primera referencia escrita sobre diferencias en la pigmentación de la piel data del año 2 mil 200 a.C. Aún 4 mil 200 años después seguimos estudiando los diferentes colores que adornan a los seres humanos.
El color de la piel, ojos y cabello se debe a la presencia de un pigmento llamado melanina del cual existen dos variedades: la eumelanina de color café-negra y la feomelanina de color amarilla-roja. Estos pigmentos son producidos por un tipo especial de células, los melanocitos, que producen y almacenan melanina en pequeños sacos llamados melanosomas. Estos saquitos son posteriormente distribuidos hacia otras células de la piel o a los folículos capilares, generando la pigmentación de la piel y el cabello.
La función de la pigmentación es protegernos de los rayos ultravioleta (uv), que pueden dañar nuestra piel y generar cáncer. Los melanocitos responden acelerando o disminuyendo la producción de melanina de acuerdo a la cantidad de rayos uv que recibimos. Es decir, el bronceado que tanto presumimos después de un viaje a la playa no es más que un incremento en la melanina en respuesta a la mayor cantidad de luz uv que recibimos durante esas horas bajo el Sol. Es pues una respuesta de nuestra piel para tratar de protegernos de los daños que pueden ocasionar estas radiaciones. Sin embargo, los rayos uv no son únicamente dañinos, también tienen la función benigna de facilitar la producción de vitamina-D en nuestra piel. Los melanocitos, gracias a su habilidad de producir mayores o menores cantidades de melanina en respuesta a la cantidad de radiación que reciben, son pues los encargados de regular la cantidad de rayos uv que penetran nuestra piel.
La existencia de diferentes tonalidades de la piel, cuya distribución obedece a una localización geográfica característica, sugiere que el color de la piel es una adaptación de los grupos humanos a su entorno. Es decir, las pieles de colores obscuros, que son más frecuentes en lugares calurosos, son una adaptación que permite una mayor protección para aquellos individuos que están más expuestos al Sol. La piel obscura impide la penetración de grandes cantidades de rayos uv y por lo tanto protege contra los efectos adversos. En cambio, los tonos claros de piel, comunes en las zonas más alejadas del ecuador, favorecen el aprovechamiento de la escasa luz solar permitiendo el paso de los pocos rayos uv, que ayudan a la producción de vitamina-D.
Ésta hipótesis ha sido reforzada gracias al descubrimiento de que dos Neandertales encontrados en Europa presentaban mutaciones que generan piel clara y cabello rojizo. En un reporte científico publicado recientemente en la prestigiosa revista Science, los investigadores analizaron muestras de ADN provenientes de los restos de dos individuos Neandertales y encontraron la existencia de una mutación en el gen MC1R. Investigaciones previas han demostrado que la piel clara y el color rojizo del cabello se debe a la presencia de ciertas variedades del gen MC1R que ocasionan la formación de melanosomas conteniendo feomelanina, el pigmento amarillo-rojizo, en lugar de su hermana más obscura la eumelanina.
Más de 30 mutaciones (polimorfismos) del gen MC1R que ocasionan la coloración clara/rojiza han sido documentadas, siendo más comunes en poblaciones europeas. Sin embargo, la mutación encontrada en las muestras provenientes de los Neandertales es diferente a todas las mutaciones reportadas, y no ha sido encontrada hasta el momento en ningún ser humano viviente. Estos resultados indican que las diferentes mutaciones encontradas en Europa tanto en los Neandertales como en los habitantes actuales fueron originadas de forma independiente puesto que son diferentes. Esto sugiere que el tener piel blanca debe de otorgar ventajas en Europa, tal vez aumentando la cantidad de rayos uv que pueden ser aprovechados para producir vitamina-D, puesto que tanto los habitantes Neandertales, como los habitantes actuales presentan mutaciones que favorecen el color claro de la piel.
Sin embargo, el gen MC1R es tan sólo una pieza del rompecabezas. En otro artículo publicado recientemente en la revista Nature Genetics un grupo de científicos ha reportado la existencia de varios genes cuyas variaciones (polimorfismos) actúan en conjunto para determinar el color de piel, ojos y cabello de cada individuo. Uno de estos genes es MC1R, sin embargo, éstos investigadores demuestran que no es el único gen que determina el color de la piel y el cabello. De acuerdo a estos autores, existen un conjunto de genes cuyas actividades se suman para producir el color final de la piel y el cabello, en lugar de la existencia de un solo gen que produzca un determinado color. La existencia de múltiples genes, cuya contribución puede variar en cada individuo, explica la enorme gama de tonos de pigmentación observada en la especie humana.
El color de nuestra piel es pues generado por una compleja interacción entre una multitud de genes que dirigen la producción de melaninas. Las variantes específicas de estos genes, que heredamos de nuestros padres, determinan el número, tamaño y forma de los melanosomas, así como la variedad de melanina que éstos contienen. Además, los melanosomas pueden ajustar la producción de melanina en respuesta a la cantidad de rayos uv a que está expuesta nuestra piel, permitiendo una regulación dinámica que nos permite adaptarnos a nuestro ambiente y que nos otorga el color de piel y cabello característico de cada individuo.
Por: Laura Díaz-Martínez, Investigadora Posdoctoral UT-Southwestern Medical Center Dallas, Texas
Via: La Jornada
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