miércoles, 13 de febrero de 2008

Niños Trabajando, una voz de alerta


En la actualidad aproximadamente tres millones 300 mil niños y niñas trabajan en nuestro país y de esta cifra las dos terceras partes tienen entre 12 y 14 años y el resto entre 6 y 11. Aunado a la gravedad de esta situación, la mayoría lo hace en las peores condiciones y formas de trabajo infantil, que ponen en riesgo su integridad física, mental y moral.

Estimado lector, estimada lectora, millones de menores viven y laboran en las calles, en el campo, en las industrias y en lugares que pueden conducirlos a las redes de explotación sexual, prostitución infantil, violencia y maltratos; niños y niñas que han encontrado en el trabajo un medio para sobrevivir y con ello la perpetuación de su marginación social.
La obligación de trabajar expone a muchos niños, niñas y adolescentes a graves riesgos de salud y los conduce a la deserción escolar, lo que repercute tanto en la vida social de un país como en el contexto familiar e individual de la persona que está dejando de prepararse y de estudiar.

¿Qué les espera a todos los menores que día a día tienen que salir a las calles a ganarse unas cuantas monedas?, ¿esto es lo que será el resto de sus vidas?, ¿dónde queda el juego propio de la niñez?, ¿dónde están las escuelas necesarias para su enseñanza y enriquecimiento como seres humanos?, ¿quién les garantiza la protección médica o social? Son preguntas sin respuesta para estos miles de niños y niñas trabajando, que conocen más de violencia verbal, física o psicológica, e incluso, en algunos casos, de abusos sexuales que de juegos, dulces, parques, diversión y amor.

Los datos están ahí para la comprobación y la denuncia del problema. Las condiciones de desarrollo de estos menores están relacionadas con una sistemática violación a sus derechos humanos que el Estado no ha sido capaz de garantizar; ejemplo de ello es que millones de menores de edad son víctimas de la explotación por el trabajo infantil como consecuencia de la extrema pobreza en la que viven.

Y es que sabemos que la principal causa del trabajo infantil es la pobreza, la cual engendra la carencia de educación, que a su vez genera de nuevo la pobreza. Este círculo vicioso pone de manifiesto la importancia que tiene la educación como el principal instrumento de que dispone una sociedad, como la nuestra, profundamente inequitativa, para prevenir y superar la pobreza.
El trabajo infantil es una de las peores formas de explotación y abuso. Pone en peligro la salud, la seguridad y la educación de los más chicos, al mismo tiempo que atenta contra su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.

En el resto de Latinoamérica la situación no es mejor, ya que existen 18.5 millones de niños, niñas y adolescentes que trabajan, de los cuales cerca de 500 mil son explotados en minas y canteras, aunque la mayoría de estos menores se dedica a la mendicidad y a la recolección de residuos en la vía pública, es decir a pepenar en los basureros, la venta ambulante, el reparto de estampitas en medios de transporte y la comercialización de flores en bares y restaurantes.

En cuanto a las actividades rurales es frecuente que los tomen para trabajar en la recolección de cultivos o acompañen a sus padres en la cosecha con el fin de contribuir al presupuesto familiar.
La situación es cada vez más compleja, y nos muestra uno de los rostros más duros y fríos de la sociedad, la cual permite que los menores se convirtieran en jóvenes y adultos trabajando y viviendo con responsabilidades que no les corresponden.

A estos trabajadores “invisibles”, expuestos a todos los riesgos, privados de la fantasía que crece con el estudio y con el tiempo libre, se les viene abajo el mundo de la ilusión y de la esperanza. Para ellos no es fácil esbozar una ingenua sonrisa de luz y cuando los ojos les brillan es porque tienen lágrimas.
Esta situación la debemos frenar, gobierno y sociedad juntos.

Se deben abolir el trabajo infantil y cumplir los preceptos de la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y de la Ley Federal del Trabajo y así contrarrestar los malos tratos, la explotación y la violencia en contra de menores que trabajan.

El trabajo infantil repercute no sólo en el destino de la niñez mexicana disminuyendo o anulando sus posibilidades de desarrollo, sino también incide en el destino de México como nación.

Via: cronica.com.mx

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