jueves, 7 de agosto de 2008

La extinción de los bebés

Europa se está quedando sin niños. Dentro de 200 años las Kournikovas y los David Beckhams, las rubias y los rubios, podrían encontrarse en vías de extinción. Los europeos han dejado de multiplicarse. Hace unos años llegaron a la tasa de fertilidad de 2.1 (niños por mujer), es decir, la cifra ideal de “reemplazo” de la población, pero ahora se aproximan a 1.3, que los demógrafos consideran el inicio de una caída libre, sin retorno.Entre otras cosas significa que en 45 años la población se habrá reducido a la mitad. De hecho, los países del sur y del este de Europa ya han alcanzado la cifra negra. Hace 40 años los europeos representaban el 12.5 por ciento de la población; hoy son el 7.2 y descontando. Por primera vez en la historia de la humanidad las ciudades están perdiendo población, al menos las europeas.Hay todo tipo de explicaciones al respecto, pero la mayor parte tiene que ver con la modernidad, los cambios en los patrones familiares, la contraconcepción y un largo etcétera. La noción más extendida es que la decisión de las mujeres de no tener un segundo o tercer hijo está directamente relacionada con su inserción en el mercado laboral. Suena lógico, pero es falso.En un extenso artículo publicado en The New York Times Magazine, intitulado “No babies?” (junio 29, 2008), Russell Shorto afirma que sucede exactamente lo contrario. En Europa, al menos. España y Grecia, países de culturas consideradas como amigables a la noción de lo familiar, poseen las tasas de fertilidad más bajas. En el otro extremo, el norte de Europa y en particular los países escandinavos, que poseen el porcentaje de participación de mujeres en el trabajo más alto del mundo, tienen las tasas de fertilidad más elevadas del continente. En palabras de Shorto: “las mujeres que trabajan están teniendo más bebés que las mujeres que se quedan en casa”. ¿Cómo puede ser posible?, se pregunta el autor.Todo indica que la explicación está en los hombres, o mejor dicho, en la noción de equidad de género de la sociedad en su conjunto. En sociedades modernas en las que las mujeres hacen más del 75 ciento de las tareas del hogar, la disposición para traer un segundo o un tercer hijo es my escasa. Después de todo se trata de italianas o españolas con elevados niveles de educación, pero con maridos poco cooperadores en el hogar. Por el contrario, los suecos y daneses están más inclinados a cambiar pañales o limpiar la recámara, que sus congéneres mediterráneos; por consiguiente las suecas y danesas, aunque trabajan en proporción más alta que las del sur, están más dispuestas a procrear otra Ingrid. El aspecto crucial reside en cuánto están los hombres dispuestos a participar en la crianza.Parecería ser que el sur y el este de Europa han sido tomados por sorpresa entre dos tendencias contrapuestas, afirman los expertos. Por un lado, los cambios espectaculares de las sociedades industriales que modificaron el rol de la mujer en la educación y el trabajo; por otro, las estructuras tradicionales machistas con respecto a la familia que no han podido adaptarse a la suficiente velocidad. Mercados laborales propios del siglo XXI con nociones de familia enraizados en el XIX.La decisión de procrear parece estar encontrando el mismo problema que la violencia contra las mujeres en el sur de Europa. El entorno económico y las leyes exigen una cosa (participación intensa de las mujeres y equidad de género) pero los atavismos culturales dictan otra. No es casual que los ataques en contra de las mujeres por parte de sus parejas sea mayor que hace treinta años.De igual forma, frente a la presión y el deseo creciente de estudiar y participar en el mercado profesional, pero sin el soporte para hacerlo y seguir siendo madres, muchas mujeres, y sus parejas, han decidido traer menos hijos al mundo.El resultado es un drama demográfico de impactos brutales. El mejor ejemplo es España. Los bebés de 0 a 4 años de edad son apenas la mitad de los adultos con edades entre 29 y 34. Dentro de cuarenta años cada uno de esos bebes tendrá que mantener prácticamente a dos ancianos, debido a la longevidad que hoy en día caracteriza a estos países.Parecería que estos problemas resultan exóticos y lejanos para la realidad mexicana, pero no es así. De hecho, países de cultura tradicional fuera de Europa están enfrentando el mismo problema: Japón tiene una tasa de 1.3, Tailandia 1.5, Corea del Sur 1.1. Según la ONU en 25 países se registran tasas de fertilidad que están igual o por debajo de la tasa de retorno, entre ellos Cuba, Costa Rica e Irán. Como en el sur de Europa, son países en los que se espera que la mujer participe en el mercado de trabajo pero se retire al hogar una vez que tiene al primer hijo. No hay políticas –y pocos esposos- que favorezcan un ambiente amable para una profesional con hijos.En Europa las encuestas revelan que las mujeres en promedio desean tener 2.4 hijos, pero tienen 1.6 para el conjunto del continente. Tienen los que se pueden permitir, no los que desean.Y no se trata simplemente de establecer políticas públicas que propicien la procreación. Ciertamente los subsidios y las “becas” que algunos países europeos han establecido para favorecer la natalidad constituyen un aliciente, pero la evidencia estadística revela que eso es un mero paliativo. La decisión final tiene que ver con el ámbito familiar y las actitudes en el hogar. Dicho de otro modo, depende los factores culturales que cambian lentamente a lo largo de generaciones.Según el Consejo Nacional de Población, México tienen está llegando a una tasa de fecundidad de 2.1 hijos por mujer en el 2008 (3.4 en 1990). Los efectos tardarán en sentirse pero inevitablemente llegarán.En otros terrenos ya hemos comprobado nuestra terrible inclinación a adquirir los problemas de los países en desarrollo, pero sin gozar todavía de todas sus ventajas. Los problemas de obesidad por ejemplo se están convirtiendo en una epidemia en México, sin haber salido aún de la desnutrición crónica que aqueja a una buena parte de la población.No está lejano el día en que nuestros hijos tendrán que hacerse cargo de las generaciones actuales sin que hayan desarrollado siquiera la posibilidad de sustentarse a sí mismos. Justamente en eso consiste la llamada bomba demográfica.La única manera de enfrentar el problema es desarrollando una cultura social y familiar en la que las mujeres puedan tener los hijos que desean y no los que simplemente se pueden permitir. La equidad de género no es sólo una reivindicación ética, podría ser, además, la mejor estrategia social de sobrevivencia.
Publicado en la revista DIA SIETE número 414
www.jorgezepeda.net

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