Nunca declinó a pesar de las injusticias en su contra
Memo, como se le conoce en el medio deportivo, comenzó a dar sus primeras patadas a los cinco años de edad, porque su familia, como la mayoría de las mexicanas, es aficionada al futbol, deporte que se le negó ante su fascinación por las películas de Bruce Lee en su natal Taretán, donde empezó en una modesta escuela de taekwondo.Es Guillermo Pérez Sandoval hijo único de una familia de clase media, propietaria de un negocio de juguetes y regalos, cuyos padres, María de Lourdes y Guillermo, debieron financiar su viaje a la capital china con el mexicanísimo boteo, relató la progenitora, quien siempre ha impedido que su vástago se caiga.El ahora campeón olímpico, quien estudió la licenciatura en administración de empresas en Uruapan y desea abrir una escuela de TKD, la suerte no siempre le sonrió cuando ya era un competidor de alto nivel.Uno de los factores que lo dejó a un lado en más de una competencia fue haberse entrenado bajo la tutela de Reinaldo Salazar, padre de Óscar, subcampeón olímpico de Atenas 2004, quien siempre apoyó y prefirió a su hijo en el plano internacional que el michoacano de la misma edad.En el alto rendimiento Memo superó lesiones e indiferencia de los directivos y hasta pensó en el retiro, pero la llegada de José Luis Onofre, Premio Nacional de Deportes, le cambió el destino. El entrenador capitalino le dijo que para ser campeón se requieren tres actitudes: constancia, disciplina y ambición.Fue apenas el año pasado cuando ambos soportaron la última puntilla, después de que a Memo le robaron el triunfo en el selectivo a los Juegos Panamericanos de Río para dárselo a Óscar, quien no ganó esa justa ni clasificó al Mundial de Pekín, donde Pérez Sandoval obtuvo la medalla de plata y María Espinoza se proclamó monarca del orbe.Guillermo Pérez venció al sistema, al Comité Olímpico, a la Federación Mexicana de Taekwondo, a Televisa, para quienes el uruapense no era candidato para asistir a la cita veraniega y por eso, a pesar de ganar su pase a Pekín en la eliminatoria de Colombia, al llegar a México lo quisieron despojar para que en su lugar asistiera el medallista de Atenas, Óscar Salazar, con la influencia de su padre y entrenador“Pero los venció a todos”, expresa orgulloso el ex sacerdote Jesús Álvarez, iniciador del medallista de oro en este deporte.Durante la noche, la casa de sus abuelos paternos, al sur de la ciudad de Uruapan, fue una ensalada de emociones, encabezada por el bisabuelo David Hernández y la abuela Florentina Rubio. Salvo el tío Gilberto, que vive en Estados Unidos, y sus padres que lo acompañan en China, estuvieron presentes un centenar de familiares cercanos.Compartieron café, angustia, suspenso, triunfo, orgullo y lágrimas. La novia, Angélica Vaca Rodríguez, entre sollozos, recuerda que horas antes de sus competencias Guillermo le confirmó su concentración para ganar cada episodio, cada pelea y le pidió que se uniera a la fiesta de la familia.Desde que le fue colgada la presea, la concurrencia desvelada se hizo presente en la glorieta de la nueva fuente del Paseo Lázaro Cárdenas, la principal arteria vial de la ciudad.El maestro Jesús Álvarez observó los primeros combates de decenas de nuevos alumnos en su escuela, para después sumarse a la fiesta familiar. Reflexivo, coincide con el entrenador actual de su pupilo, José Luis Onofre, quien encapsula al campeón desde Pekín: “Guillermo es centrado, responsable, constante, disciplinado y ambicioso”.La presea es un símbolo de excelencia y sacrificio, producto del esfuerzo de sus padres Guillermo Pérez Rubio y Lourdes Sandoval León: él, taxista, con miles de kilómetros a cuestas; ella, vendedora de aromas, pero sobre todo, mujer mística y maestra de terapias alternativas, quien le inyectó al hijo único la convicción de que los sueños una vez que han sido soñados, se alimentan, se pulen, se visten y se alcanzan.Ambos estuvieron a punto de vender los pocos bienes que les ha dejado un trabajo honrado para poder hacer el viaje a China, pero un comité ciudadano lo evitó. Festivales y colectas a través de los que miles de manos de estudiantes, niños y jóvenes, le entraron al bote, peso tras peso, hasta lograr el viaje.El presidente municipal junto con algunos empresarios habla de premiar con una casa. Alguien más propone renombrar alguna calle o colonia. La organización de la recepción al hijo predilecto, ha empezado. Cientos, miles, expresan su euforia en las calles. Una gran fiesta está por venir.Y es que, del río Cupatitzio a Pekín, Guillermo Pérez Sandoval fue a conquistar el oro, a derrotar a quien le pusieran enfrente, el que fuera, y no a superar marcas propias, ni a competir sólo por el placer de la fiesta olímpica. Así lo dijo antes de partir. Ese fue su sueño más poderoso, hasta las 8:03 de la mañana en que subió al podio a colgarse la medalla dorada, prefigurada días antes en una de chocolate, cubierta de papel dorado que un niño le obsequió.No fue una suerte aislada. Cada mañana, durante muchos años, en cuanto abría los ojos se imaginaba con la medalla colgada al cuello, antes de posar literalmente los pies sobre la tierra.
Via: la jornada
No hay comentarios:
Publicar un comentario