domingo, 9 de marzo de 2008

Día Internacional de la Mujer


Pedro, habitante del municipio de Acaxochitlán, perdió al jugar rayuela con su compadre. Pero la más afectada fue su hija, Magdalena, de 12 años, porque se convirtió en la recompensa con la que se saldó la apuesta.
La práctica de los usos y costumbres de su comunidad, localizada en la sierra otomí-tepehua, a unos 70 kilómetros de Pachuca, la capital del estado, convirtió a la niña en un objeto útil para pagar una apuesta.

Hace mes y medio la menor vivió lo que para cualquier mujer podría ser una pesadilla.
Esa tarde en que su padre se reunió con uno de sus compadres, una reunión cualquiera de amigos, con aguardiente y cervezas, don Pedro, decidió cambiar las reglas y en la rayuela no estarían en juego monedas ni cervezas, sino que la adolescente sería el premio para el hijo del compadre, un joven de 26 años de edad, quien gustoso aceptó el ofrecimiento. Su padre no tuvo suerte y perdió por lo que enfrentó el reclamo del “pago”; la pequeña tenía que casarse de manera inmediata.

Sin embargo, no todo estaba perdido, ya que una mañana de los últimos días de enero salió de su comunidad San Francisco a la cabecera municipal de Acaxochitlán, para pedir ayuda en la presidencia municipal de ese municipio.
“Yo recuerdo que llegó una pequeña y pidió hablar con el presidente”, señaló Óscar Arturo Medina, vocero de la presidencia municipal.
“Al preguntarle que se le ofrecía, la pequeña explicó que la querían casar a fuerza y ella no quería hacerlo”.

El funcionario mencionó que ese tipo de problemas se presentan en algunas comunidades. Ya son muy pocos los casos “pero siguen prevaleciendo los usos y costumbres”.
En ocasiones, las mujeres de la región se casan por orden de los padres, pero la historia de Magdalena fue diferente porque, a pesar de su corta edad, se dio cuenta que podía cambiar las cosas y lo hizo, cuenta.

Las autoridades obligaron al padre de la menor a respetar su voluntad. Ahora, ella sigue con sus estudios y con sus juegos, asegura Medina. Pero no sólo en San Francisco la vida es así para las mujeres, en Santa Ana Tzacuala, otro comunidad indígena de Acaxochitlán, es raro que una muchacha de 30 años no esté casada.
“Aquí las mujeres se casan a los 12 años, y si ya tienes 30 ya no te casaste”, refiere Modesto Téllez, un indígena de 50 años de edad, quien en su humilde vivienda relata:
“Yo tengo dos hijastras, que ya están en edad de casarse, a ver cuando nos dicen que ya se van. Una ya anda de noviera, es Verónica, que tiene 12 años de edad, y la otra es Rosa Griselda, tiene 11 años, pero aún no sabemos del novio”.

En Tzacuala, ver jóvenes de 12, 13 y 15 años de edad con un bebé en la espalda es algo cotidiano; ahí no hay nada que hacer, y las mujeres sólo estudian hasta la primaria, después tiene que ayudar a sus madres a coser y bordar que es el principal sustento de estas indígenas. Claudia Vargas, de apenas 32 años de edad, tiene un hijo de 19, y cuatro más de 10, 8, 7 y 3 años de edad. Ella es originaria de Alpinahua. Al igual que muchas mujeres no sabe que hoy se celebra el día Internacional de la Mujer.

Via:http://www.eluniversal.com.mx/estados/67761.html

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