sábado, 27 de septiembre de 2008

El Estado mexicano enfermo

Describo a continuación cada una de las enfermedades que padece.
1.- Perdió el monopolio de la violencia física legítima, que es la razón primaria y fundamental de ser de todo Estado. El crimen organizado está desafiando ya no a los cuerpos policiacos, sino al Ejército mismo. Hay territorios y municipios que, pese a la guerra declarada, controlan los narcotraficantes. Amén de que los hechos y los ataques violentos se registran en toda la República. El control de territorios y las incursiones violentas de sicarios, al estilo guerrillero, se están volviendo incontrolables. No es, en consecuencia, sostenible que la guerra contra el crimen organizado se esté ganando.
2.- La pérdida de control sobre buena parte del territorio y la incapacidad de contener las incursiones de las bandas armadas, se acompaña de otro dato fundamental: no se tiene control de las fronteras. Mientras por el sur pasan drogas e indocumentados, por el norte ingresan armas a granel. La enorme capacidad de fuego de los narcotraficantes está directamente vinculada al tráfico de armas y a la corrupción en las aduanas. No existe, sin embargo, ningún plan o mecanismo para depurar y sanear a los cuerpos aduaneros. Y eso, sin mencionar, la cantidad de mercancías y productos que entran al País sin pagar impuestos.
3.- En 1998, Ernesto Zedillo lanzó una iniciativa para modernizar y depurar los cuerpos policiacos. Se proponía la coordinación entre las policías municipales, las estatales y las federales. De entonces a la fecha no hay resultados. Las policías federales son las mejor capacitadas y entrenadas, pero representan apenas el 5% de los 380 mil efectivos en todo el País. Resulta imposible romper esta inercia sin una serie de medidas draconianas, como la creación de una Policía única bajo un solo mando. Pero no hay acuerdos ni condiciones para impulsar semejante propuesta. Así que en el mediano y largo plazo el Ejército deberá seguir cumpliendo, con los enormes riesgos que ello implica, funciones policiacas.
4.- Los políticos de todos los sabores y colores, se ufanan del Estado social. La Revolución Mexicana, dicen, fue la primera revolución social del Siglo XX. Corresponde al Estado tutelar los derechos a la educación, la salud y el trabajo, tal como está inscrito en la Constitución. Pero la realidad es otra. México tiene uno de los peores sistemas educativos del mundo. De las escuelas primarias públicas, los estudiantes salen sin saber leer ni escribir. Para no hablar de sumar y multiplicar. Los servicios de salud son insuficientes para la población o el IMSS ni siquiera cuenta con las medicinas indispensables. El Estado social mexicano es un mito caro y extremadamente ineficiente.
5.- La Ley Federal del Trabajo nació para proteger a los obreros y los trabajadores en general. Surgieron en ese contexto los sindicatos que se convirtieron en órganos de control político. La afiliación forzosa al partido oficial fue la regla bajo el priato. Todo eso quedó atrás con la alternancia política y las reformas electorales. Pero la era democrática encubó un fenómeno nuevo: los grandes sindicatos adquirieron un poder inusitado. Nadie puede con ellos ni se atreve a enfrentarlos. Lo que está ocurriendo en Pemex y en el SNTE es ejemplar. Pasamos así del corporativismo priísta, que sometía a los sindicatos, al poder presidencial, al corporativismo autónomo que desafía y chantajea al Estado.
6.- No existe un sistema de procuración e impartición de justicia que garantice la seguridad de las personas y sus bienes. El 97% de los delitos que se cometen en México quedan impunes. Pero además, las cárceles están repletas de personas que han cometido delitos menores y que esperan años para ser procesadas. Y todo esto sin mencionar la corrupción y la ineficiencia de ministerios públicos y jueces. Se ha hablado mucho de una reforma en esta materia y de la progresiva instauración de los juicios orales. Pero en ambos casos, los avances son muy lentos. La realidad es que el Estado mexicano no imparte justicia ni protege a los ciudadanos.
7.- La debilidad fiscal del Estado se resume en dos datos: A) 40 centavos de cada peso que gastan los gobiernos federal, estatal y municipal proviene de la renta petrolera; B) Se calcula que la evasión fiscal es superior al 40%. Corolario: la caída, prevista y anunciada, de la producción y, consecuentemente, de los ingresos petroleros se va a traducir en una crisis fiscal sin precedentes. En este, como en otros casos, la receta existe: operar una reforma fiscal que simplifique y elimine las exenciones en impuestos al consumo. Pero nadie la propone por el costo político que representa.
8.- El federalismo fue una promesa y una forma vacía durante décadas. El sometimiento de todos los poderes, incluidos los gobernadores, al Presidente en turno era casi absoluta. La transición a la democracia empezó por la periferia (municipios y estados) y terminó en la capital de la República. El federalismo hoy es una realidad pero muy… imperfecta. Los gobernadores pasaron de virreyes a reyes y ya nadie los controla, por una parte. Y por la otra, en los municipios reina una enorme corrupción y despilfarro de recursos. Así que la tierra prometida se está convirtiendo en un territorio devastado.
9.- La corrupción es, sin duda, el mal endémico de México. Viene desde la Colonia, pasó por la mayor parte del Siglo XIX y se instaló con pompa y ceremonia durante el priato. Muchos esperábamos que la transformación democrática tuviese un efecto purificador. La alternancia y la división de poderes transformarían los usos y costumbres. Contagiaría, incluso, a los personajes del antiguo régimen que se verían obligados a comportarse de manera diferente. Pero la realidad operó en sentido opuesto. Los hábitos y ambiciones del pasado anidan hoy en los políticos de todos los partidos, chicos y grandes.
¿De dónde entonces esperar un impulso regenerador? ¿De la partidocracia que minó la autonomía del IFE y atentó contra la libertad de expresión? ¿De la clase política que conoce las recetas y los diagnósticos para evitar una crisis pero los rechaza por el costo político que representarían? ¿De los delirios de López y sus maraqueros? No, la verdad es que no hay para dónde voltear ni lugar para la esperanza.

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