domingo, 23 de diciembre de 2007

Mitos de la medicina


Dos investigadores de Estados Unidos tomaron siete creencias muy comunes y se acercaron a diversos archivos para buscar evidencia al respecto.

Pese a las frecuentes menciones en la prensa popular sobre la necesidad de tomar ocho vasos de agua por día, los expertos no encontraron sustento científico para esa afirmación.

La completa falta de evidencia fue registrada en un estudio publicado en el American Journal of Psychology, expresaron los autores de la revisión. Los otros seis “mitos” son:

– Leer en ambientes con luz tenue arruina la vista. La mayoría de los expertos en visión cree que es poco probable que esto produzca un daño permanente a los ojos, aunque podría generar estrabismo, mayor parpadeo y problemas para enfocar, dijeron los investigadores.

– Afeitarse hace que el vello crezca nuevamente más rápido y con mayor grosor. La afeitadora no afecta el espesor o la tasa de regeneración del cabello, indican estudios. No obstante, el vello que crece luego de afeitarse carece de la punta más fina que posee el cabello sin rasurar, lo que genera la impresión de que es más espeso.

– Comer pavo da sueño. El alimento posee un aminoácido llamado triptófano que está involucrado en el sueño y el control del humor. Pero el pavo no tiene más cantidad de ese aminoácido que el pollo o la carne picada. Comer y beber mucho en Navidad es verdaderamente la causa de la somnolencia.

– Usamos solamente 10 por ciento de nuestro cerebro. Este mito proviene de 1907, pero las imágenes de la región corporal muestran que ninguna zona del cerebro permanece quieta o completamente inactiva.

– El cabello y las uñas siguen creciendo después de la muerte. Esta idea proviene de los cuentos macabros. Los investigadores dijeron que la piel se seca y se retrae después de la muerte, lo que genera la apariencia de que el pelo y las uñas están más largos.

– Los teléfonos móviles son peligrosos en los hospitales. Pese a la gran preocupación, una serie de estudios hallaron que la interferencia de los teléfonos celulares con el equipamiento médico es mínima.

La investigación fue dirigida por Aaron Carroll, profesor asistente de Pediatría del Instituto Regenstrief en Indianápolis, y Rachel Vreeman, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana.

Tomado de: La Jornada

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