
Se quiere regular las terapias alternativas, según
cuenta hoy El País. Quizá quiera hacerlo porque, al parecer, recurre a ellas el 24% de la población y ejercen estas prácticas 60.000 profesionales. Datos cuantitativos que no pueden ocultar la realidad: las
medicinas alternativas son un cuento chino, pura charlatanería, curanderismo. Si no lo fueran, serían medicinas. El adjetivo alternativa cuando se habla de medicina significa que ha sido incapaz de demostrar su efectividad, que es tan útil, como mucho, como el placebo, como el beso que la madre da en la zona del cuerpo en la que un niño se ha dado un ligero golpe para que deje de llorar. Si Salud quiere prestar un servicio a la población y no dar la espalda al conocimiento científico, lo primero que tiene que advertir a la ciudadanía es que las terapias alternativa son inútiles, que no están validadas científicamente, que no funcionan. Lo dijo
The Lancet en agosto de 2005 sobre la
homeopatía: "Los médicos tienen que ser valientes y honestos con sus pacientes acerca de la ausencia de beneficios de la homeopatía, y consigo mismos acerca de los fallos de la medicina moderna a la hora de cubrir la necesidad del paciente de atención personalizada". Respecto a la acupuntura, en febrero un estudio publicado en
The British Medical Journal concluía que
no es más efectiva que el placebo. Y lo mismo puede decirse del resto de estas prácticas
"Alrededor de unos tratamientos o terapias que se basan en afirmaciones cuya falsedad puede demostrarse o que carecen de evidencia que los respalden se está erigiendo una indrustria valorada en miles de millones de libras", advierte el periodista y sociólogo de la religión
Damian Thompson en su libro Los nuevos charlatanes (2008) acerca de la situación en Reino Unido. Ése es el problema. El Gobierno no va a hacer lo que tenía que hacer, dejar claro que la acupuntura, la homeopatía, la iridología y demás son terapias tan efectivas como la
imposición de manos, porque miles de médicos, enfermeras y farmacéuticos hacen negocio a diario con este cuento chino. Y los colegios profesionales lo único que van a pedir es que el curanderismo lo ejerzan sus colegiados, no un
Carlos Jesús cualquiera, a pesar de que la efectividad sea la misma.
La regulación de la medicina alternativa no debe ser competencia de Sanidad, lo mismo que no lo son la limpieza del aura y el realineamiento de los chakras por mucho que las practique un médico. Otra cosa es que Consumo eluda sus responsabilidad y no aplique las
normas ya existentes en el ámbito europeo para perseguir prácticas fraudulentas.
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