martes, 1 de julio de 2008

152 litros de refresco por mexicano por año

El exagerado consumo de refrescos o bebidas carbonatadas con grandes cantidades de azúcares, es un hábito ya inculcado a las nuevas generaciones que tienen que enfrentar la disyuntiva de corregir esa tendencia alimenticia o desarrollar prematuramente desde sobrepeso y obesidad hasta enfermedades como diabetes, osteoporosis e hipertensión ya presentes en el 60 por ciento de la población adulta en el país.Para el director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud, Juan Rivera Dommarco, el creciente consumo de refrescos está condenando niños y jóvenes a engrosar cada vez más tempranamente las filas de obesos, diabéticos e hipertensos, por lo que ya se busca limitar la publicidad para esa clase de productos altamente dañinos para la salud y emprender campañas de difusión para que los padres de familia opten por bebidas sanas para el adecuado desarrollo de sus hijos."Es lamentable que desde los tres meses de vida, muchos padres empiecen a dar de beber refresco a sus hijos o endulcen exageradamente leche o líquidos, lo que sin duda, es un inadecuado hábito de crianza que mucho pesa en la salud de millones de mexicanos de todas las edades", comentó.

El especialista de la Secretaría de Salud observó que es tan acendrado ese hábito por las bebidas azucaradas que México ocupa ya el primer lugar mundial en consumo per cápita de refrescos con 152 litros lo que ha recrudecido los problemas de sobrepeso y obesidad, sobre todo entre la población infantil de entre cinco y once años de edad.Ejemplo claro del problema, subrayó, es que la prevalencia de obesidad en niños menores de 11 años aumentó de 20 a 37 por ciento en la última década en que también se registró un incremento de más de 40 por ciento en el consumo de refrescos y todo tipo de bebidas elaboradas con sacarosa, glucosa y fructosa carentes de vitaminas y minerales que fácilmente llegan al flujo sanguíneo para pasar a los tejidos y convertirse en grasa.Rivera Dommarco señaló que el sobrepeso y obesidad relacionados con la ingesta exagerada de refrescos afecta ya a uno de cuatro niños de entre cinco y once años, al 35 por ciento de la población de entre 14 y 25 años y al 70 por ciento de los adultos mayores de 40 años.Los pediatras del Hospital Infantil de México, Sandra Rangel de la Garza y Romeo Rodríguez Suárez, apuntan que es tanta la concentración de glucosa y sacarosa en las bebidas embotelladas, incluyendo jugos, que consumir un litro diario aumenta en 1.5 kilogramos el peso corporal en tan sólo dos semanas.Por el contrario, disminuir en 10 por ciento el consumo de refrescos sobre todo los de cola que contienen alta concentración de fructosa, fósforo y cafeína, significa perder cuando menos cinco kilogramos de peso en los primeros tres meses.Ambos especialistas coinciden en que el consumo de refrescos tiene impactos más dañinos en los niños porque afecta los dientes disolviendo el esmalte protector y provocando caries. Además, las bebidas de cola que abarcan un 70 por ciento del mercado, contienen ácido fosfórico que impide al organismo la absorción de calcio lo que produce descalcificación y huesos débiles que se manifiesta en talla baja y fracturas ante cualquier golpe o lesión.

Por otra parte, el consumo de refrescos altos en cafeína genera hiperactividad que en el menor se traduce en nerviosismo y trastorno de sueño, hecho que adquiere relevancia si se considera que dormir estimula la hormona del crecimiento, por lo que la falta de descanso profundo afecta el desarrollo normal.Otro de los riesgos para los infantes es consumir bebidas dietéticas que contienen aspartame como sustituto del azúcar y que de acuerdo a expertos, puede alterar las funciones metabólicas de los niños debido a que es una bebidas elaborada para los adultos que tienen un organismo y sistema inmunológico plenamente desarrollado. México ocupa el primer lugar mundial en consumo per cápita de refrescos y el segundo en importancia en ventas después de Estados Unidos. Las 230 plantas embotelladoras del país comercializan más de 300 millones de cajas al año con valor aproximado a los 15 mil 500 millones de dólares.Tan sólo entre 1998 y este año el consumo per cápita creció de 120 a 152 litros y con ello el gasto de las familias de 2 mil 850 pesos a más de 5 mil pesos anualmente, una cifra importante si se considera que las aguas carbonatadas no son consideradas un producto de primera necesidad.

La Encuesta Ingreso-Gasto del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) revela que una familia de escasos recursos destina el 7.5 por ciento de sus ingresos totales a la compra de refrescos, mientras que las familias de ingresos moderados gastan un 12 por ciento de sus ingresos en la adquisición de aguas y jugos embotellados, aquí destaca una mayor demanda por refrescos de cola que cubren el 70 por ciento del mercado.Dato importante de la encuesta es que mientras el consumo de refrescos en los últimos diez años aumento más de un 40 por ciento, en esa proporción disminuyó el consumo de leche, frutas y verduras, lo que ha incidido en un aumento inmensurable de la población con sobrepeso, diabetes y obesidad.El sobrepeso y obesidad entre la población adulta aumentó en la última década de 40 a 70 por ciento y ahora México ocupa el deshonroso segundo lugar en personas con sobrepeso sólo superado por Estados Unidos. La atención de estas enfermedades relacionadas con hábitos alimenticios inadecuados y sedentarismo, absorbe el 30 por ciento del presupuesto de la Secretaría de Salud y son la causa de mortandad más importante después los tumores malignos.Para la atención de la creciente demanda de refrescos y otras bebidas con cero valor proteínico, las embotelladoras cuentan con más de un millón de puntos de venta en todo el país. El 75 por ciento de las ventas se realizan en las pequeñas tiendas, el 24 por ciento en restaurantes, centros deportivos, discotecas y hoteles y sólo el uno por ciento en tiendas de autoservicio.Alberto Zúñiga, jefe del Departamento de Nutriología del Instituto "Salvador Zubirán" observó que consumir refrescos de manera habitual y no realizar ninguna actividad física extraordinaria más que las normales (caminar, por ejemplo), significa subir de peso 12 kilogramos por año. Y es que, puntualiza, una sola lata de refresco representa aproximadamente 13 cucharaditas de azúcar lo que incrementa la posibilidad en 1.8 por ciento de ser obeso por cada lata adicional que se consuma.El nutriólogo mencionó que independientemente de los malos hábitos alimenticios que se adquieren desde la niñez que hacen imprescindible el consumo de refrescos o aguas con gran contenido de azúcar, el aumento en los casos de sobrepeso y obesidad también tiene que ver con la introducción de alta fructosa o jarabe de maíz como endulzante que es más difícil de procesar por el organismo humano y que finalmente se convierte grasa en tejidos y arterias."Por ser más barata, los refresqueros han optado por utilizar la alta fructosa como endulzante sustituyendo la caña de azúcar que es un producto de más fácil absorción por el organismo y de menos efectos dañinos", añadió.

Ante el creciente consumo de refrescos en el país, las autoridades sanitarias urgieron al poder legislativo reformas a la Ley General de Salud para controlar y regular la publicidad de empresas embotelladoras que alientan el consumo con promociones y diversificación de marcas.Juan Rivera Dommarco consideró que es necesario limitar la publicidad dirigida sobre todo a los jóvenes, por lo que se propondrá que las embotelladoras no patrocinen competencias deportivas y que se prohíba o limite la venta de refrescos en escuelas o espacios de concurrencia de menores de 18 años.Además, precisó el funcionario de la SSA, se tiene la propuesta que a partir de enero del próximo año todos los refrescos y aguas carbonatadas incluyan la leyenda de que el abuso en el consumo es dañino para la salud.El director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud, indicó que por igual se emprenderá un análisis exhaustivo de los contenidos proteínicos y vitamínicos de las bebidas energéticas, a fin de que el consumidor tenga la certeza de que está adquiriendo un producto que realmente significa aportación calorífica ante la pérdida de sales por el esfuerzo físico.También a principios de 2009, recalcó, se emprenderá una intensa campaña de difusión invitando a los padres de familia a sustituir el consumo de refrescos por leche y agua de frutas que además de ser altamente refrescantes aportan vitaminas y calorías.

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