La pena de muerte es justa pero inaplicable. Por eso, porque es justa, a la humanidad se le ocurrió, en un gesto desesperado, inventar el infierno. La gente ansía saldar cuentas aunque sea en otra vida. Hay crímenes que no se pagan con años de cárcel ni siquiera con una cadena perpetua. Si un sujeto secuestra, tortura, asesina a una persona y, además, extorsiona a los familiares para obtener dinero, como en los recientes casos Martí y Vargas, por supuesto que merece pararse frente a un pelotón de fusilamiento, o que le apliquen una inyección letal, que es una opción ligth, según dicen en Coahuila.¿Pena capital a Moreira?La decisión del profesor Humberto Moreira de colocar en el tapete de la discusión nacional la pena de muerte ha sido fructífera. Permitió arrojar luz sobre el país que tenemos y al que aspiramos. La primera reacción fue calificar la propuesta de “electorera”, como si eso de entrada fuera algo negativo y, sobre todo, como si los políticos en busca de popularidad no dijeran cualquier cosa. El populismo forma parte del DNA de la propaganda política. Fox, por ejemplo, aseguró que, si lograba vencer al PRI, dotaría a cada familia mexicana de vocho, changarro y tele. Calderón, todavía más cruel, aseguró que si votábamos por él crearía millones de empleos. Obama, en el paroxismo, aseguró que “cambiará al mundo”. Si Moreira buscaba hacer ruido lo logró. Eso poco tiene que ver con la conveniencia de aplicar la pena capital para ciertos delitos. Después, analistas apegados a las estadísticas demostraron que este castigo no contribuye a disminuir el número de delitos graves. No disuade a los criminales. Mostraron números irrebatibles. No dudo de las estadísticas, pero no vienen al caso. La pena de muerte no es una forma de cambiar las estadísticas, es una opción de reparar un daño. Caín merecería la pena de muerte por matar a Abel, aunque representara, en ese momento, la cuarta parte de la humanidad. Sería, por si fuera poco, una forma de acabar con la posibilidad de que el criminal, desde la comodidad de su celda, con manjares, visitas conyugales, pantallas de plasma y teléfonos celulares de última generación, continuara con su carrera delictiva en prisión. Mientras que su víctima, en el panteón, guarda silencio eterno. Otra corriente, ésta más ilustrada, aseguró que la pena capital afectaría nuestro proyecto civilizador. Nos haría un país salvaje. Seguramente no les dio tiempo de consultar la revelación de que en los últimos dos años se han registrado en el país siete mil ejecuciones, sin mediar juicio ni recurrir a abogados ni a testigos, a nada que no sean los fusiles de asalto. ¿A cuál proyecto civilizador se refieren?. La pena de muerte es una forma de que el Estado, que nos representa, ejerza la legítima defensa. Propongo a las personas que se han escandalizado ante los dichos de Moreira realizar el siguiente ejercicio. Digamos que un país extranjero asegura poseer un documento que comprueba que Antonio López de Santa Anna, en uno de sus delirios, le vendió la Península de Yucatán. Manda gente a ocuparla. Los soldados mexicanos repelen la agresión y matan a balazos a los invasores. ¿Eliminar a los invasores se vale? ¿Es más preciado el territorio que la vida de los compatriotas? Según esto ¿procede matar a los secuestradores cuando están perpetrando el delito? ¿Si los intelectuales que se han pronunciado contra la propuesta de Moreira hubieran sido parte del jurado en Nuremberg, los jefes nazis hubieran muerto de viejos, en su cama, rodeados de sus nietos de caireles rubios, como si nada? La pena de muerte es inaplicable. Los obstáculos en el procedimiento son insalvables. Mientras exista la posibilidad de castigar inocentes no puede instrumentarse. En México, donde el sistema de procuración de justicia tiene pintado en el lomo un signo de pesos, donde muchos policías preventivos, agentes judiciales, custodios, ministerios públicos, jueces y magistrados han llevado la incompetencia y la corrupción a la estratosfera, donde operan despachos de abogados que nunca pierden, aunque defiendan al mismísimo Satanás, la pena de muerte no tiene cabida. Pero de que es justa, lo es.
Por:Juan Manuel Asai
jasaicamacho@yahoo.com
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Via:cronica
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