jueves, 11 de marzo de 2010

Inventando enfermedades, Disease mongering

En los países ricos vivimos una paradoja casi esquizofrénica: a pesar de tener mayor calidad y esperanza de vida con mejores indicadores de salud, la sensación de enfermedad y la dependencia del sistema sanitario es cada vez mayor. Es un hecho innegable que hemos cambiado la forma de valorar la salud y la enfermedad, diluyéndose los límites entre ambos y pasando a ser la salud un bien de consumo más. 
La Pediatría no es ajena a este fenómeno; basta observar el espectacular incremento de tratamientos farmacológicos para el déficit de atención con hiperactividad, o en sentido contrario la disminución del diagnóstico de reflujo gastroesofágico, en paralelo a la desaparición de la principal alternativa de tratamiento farmacológico. 
El concepto disease mongering (DM), término anglosajón difícil de traducir, que engloba aspectos como venta, invención y fabricación de enfermedades. La traducción que más se ajusta podría ser la de "mercantilización de las enfermedades", refiriéndose a la idea de obtener beneficios económicos fomentando la conciencia de enfermedad y la necesidad de medicinas para curarse. Existen muchas vías para transformar un problema en enfermedad, y convencer a la población general de que sus síntomas menores necesitan de un tratamiento farmacológico para "curarse". 
El término medicalización surge en los años setenta a raíz del trabajo "Némesis médica" de Ivan Illyich, que analiza los cambios producidos en la definición y los límites de algunas enfermedades para aumentar la demanda de servicios médicos, productos y drogas sanitarias. Posteriormente, en los noventa, la periodista especializada en temas médicos Lynn Palmer acuña el término disease mongering, describiendo cómo funciona la invención de enfermedades mediante la dilución de los límites de la normalidad hasta situaciones extremas, que las transforman en enfermedades susceptibles de ser tratadas y, consecuentemente, de incrementar el mercado de medicamentos: "tratar de convencer a gente sana de que está enferma y a gente levemente enferma de que está muy enferma es un gran negocio".
Las compañías farmacéuticas no son los únicos actores en este "teatro".Hay alianzas informales entre la industria farmacéutica con grupos de médicos, líderes de opinión y grupos de pacientes, que utilizando los medios de comunicación, generan conciencia social de enfermedad acerca de un problema y, por tanto, necesidad de tratamientos
Los medios de comunicación son la mayor fuente de información de salud de la población general, informando de nuevos avances técnicos y nuevos tratamientos, es habitual magnificar los beneficios de un fármaco en términos de "curaciones milagrosas" o usar descripciones cualitativas como "mejoría significativa". Es frecuente también minimizar los efectos secundarios o sugerir que los tratamientos a largo plazo son seguros y efectivos, ignorando la duración de los ensayos clínicos en los que están basados dichos tratamientos.
La profesión médica está fuertemente implicada en el DM. La industria farmacéutica gasta cantidades ingentes de dinero en la "educación" de los médicos para favorecer sus intereses, ya que evidentemente si esta "docencia" no revirtiera en beneficios para las compañías, con bastante probabilidad dejaría de ofertarse e impartirse. Un estudio publicado en los noventa comprobó que en un mes casi el 50% de los médicos utilizaban información ofrecida por los visitadores de laboratorios farmacéuticos en la atención a sus pacientes y tan solo un 1% de los médicos nunca utilizaban dicha información sesgada en su práctica profesional.
Los organismos gubernamentales encargados de ejercer la función de control del mercado de fármacos en beneficio de los pacientes, entran en este juego. En los últimos años, las agencias de medicamentos de los países europeos han aceptado más rápido de lo deseable la aprobación de nuevos productos a instancias de la industria farmacéutica.
Los pacientes actuales creen que la medicina moderna y tecnológica todo lo puede, que unido, entre otros factores, al nivel educativo, el acceso a la información sanitaria vía Internet y a la cultura del consumismo, hace que se busquen e incluso se exijan soluciones médicas ante problemas que no lo son.
Ejemplos de "fabricación" de enfermedades
Aunque siempre hay una minoría de pacientes reales que se pueden beneficiar de los tratamientos, para "crear la necesidad" y generar esa mayoría a la que se dirigen las estrategias, existen algunas tácticas; las principales descritas por diversos autores serían:
1. Tomar una función normal y dar a entender que algo va mal en ella y que debe tratarse.
2. Atribuir un padecimiento a una enfermedad donde no la hay.
3. Aumentar los rangos de prevalencia de las enfermedades.
4. Definir una condición de salud como "enfermedad por deficiencia" o por "disbalance hormonal".
5. Fomentar el miedo en personas sanas acerca de una probable futura enfermedad.
6. Introducir nuevos diagnósticos, cuanto menos cuestionables mejor, que sean difíciles de distinguir de la vida normal.
7. Utilizar estadísticas maquillando resultados de estudios para exagerar los beneficios de tratamientos.
8. Promocionar drogas agresivas para síntomas y enfermedades leves.
9. Promocionar fármacos como soluciones de primera línea para problemas que antes no eran considerados como problemas médicos.
10. Redefinición de enfermedades usando resultados intermedios como resultados finales; por ejemplo, considerar la osteoporosis como una enfermedad en base solo a la osteopenia (resultado intermedio), o valorar la hipercolesterolemia como una enfermedad susceptible de tratamiento, y no como un factor de riesgo cardiovascular.
11. Promoción de tecnologías aparentemente sin riesgos y mágicas.
Los médicos, deberíamos añadir una dosis de prudencia ante cualquier innovación, y por otro, independizar nuestra formación de la industria. Los gestores sanitarios deberían contemplar la formación de sus profesionales con la misma importancia que la asistencia, de forma que no sea casi tarea de héroes mantener una formación continuada, sin tener que acudir a la autofinanciación o a fuentes externas. Los políticos deben hacer una valoración ética y equitativa, y no solo económica de los ofrecimientos de la industria. Y todos, como pacientes que antes o después seremos, debemos buscar la solución de los motivos de infelicidad, las imperfecciones de la mente y del cuerpo y los momentos de angustia, no solo ni fundamentalmente en la medicina. Sería prioritario indagar en la etiología psicosocial de muchos problemas como el TDAH en la infancia, volver al sentido común para tolerar las vicisitudes propias de cada etapa vital, como las inherentes a la adolescencia o la menopausia, y desde luego, buscar otra definición de salud que no nos enfrente a la frustración de buscar ese imposible y utópico estado de bienestar físico, psíquico y social que, según la OMS, es la salud.


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