lunes, 23 de marzo de 2009

Prolongando la Muerte ¿eso es vida?


En la lucha contra las enfermedades graves, los médicos y la medicina moderna viven situaciones de desafío continuo, intentando reconciliar las situaciones en las que peligra la vida con la determinación de alargarla o retrasar la muerte. Pero el uso excesivo o inapropiado de la tecnología contribuye de forma significativa al aumento de costes sanitarios. Con el desarrollo de nuevas tecnologías y tratamientos más sofisticados en el campo de la genética, biología celular y molecular, inmunología, radiología y trasplantes de órganos, las personas sin una deficiencia detectable serán cada vez más raras, especialmente si son ancianos, y los pacientes serán tratados de más y más enfermedades, con el consiguiente gasto de más y más dinero. Ahora que se está produciendo un desfase entre la demanda de los servicios y los recursos sanitarios existentes, las consideraciones éticas y económicas con respecto al mantenimiento de la vida cuando biológicamente ésta carece de sentido, tienen una considerable importancia.
Los adelantos técnicos de que disponen los hospitales y las modernas unidades de medicina intensiva han cambiado la percepción que se tenía de las enfermedades y del cuerpo humano. Desde el punto de vista mecanicista de la vida, la unidad del cuerpo, su individualidad, ha sido alterada y violada, convirtiendo al cuerpo en un objeto más para la tecnología. Es por eso que no es infrecuente ver cómo se aplican medidas terapéuticas caras, sofisticadas e invasivas en pacientes que no tienen posibilidades de sobrevivir. Estos pacientes mueren días y miles de dolares más tarde. Un estudio realizado en varios hospitales de EE UU, coordinados por el Instituto Dana-Farber del Cáncer en Boston y publicado esta semana en la revista científica JAMA de la Sociedad Americana de Medicina, ha encontrado que las personas religiosas con cáncer terminal tienen mayor tendencia a prolongar su agonía con métodos artificiales de soporte vital (como respiradores mecánicos y otros aparatos). El dato se ha obtenido después de analizar la actitud de 345 pacientes terminales con distintos tipos de cáncer avanzado.
Es bastante frecuente que los pacientes se apoyen en sus creencias religiosas para enfrentarse con una enfermedad terminal. Un estudio realizado en 2007 indicaba que para la mayoría de los pacientes con cáncer avanzado, la religiosidad y la espiritualidad son muy importantes para aceptar su enfermedad y afrontar con una profunda paz interior la evolución mortal de su enfermedad. Los pacientes que utilizan la religión para afrontar sus enfermedades se apoyan frecuentemente en una actitud positiva que se caracteriza por una confianza constructiva en la fe que les sirve para promover una adaptación saludable, buscando el amor y el cuidado de Dios. Los médicos no siempre reconocen, y estoy seguro que los pacientes se lo dicen, que Dios es verdaderamente importante en sus vidas. Esta actitud religiosa se ha visto que está asociada con un mejor ajuste psicológico a situaciones muy estresantes, propias de la evolución de una enfermedad muy grave.
En una sociedad cada vez más secular, en la que se es más consciente del hecho de la muerte, sorprende que el estudio del Instituto Dana-Farber haya concluido que muchos pacientes con creencias religiosas demanden cuidados sanitarios más agresivos porque, según la encuesta, sienten que su deber y obligación es permanecer vivo el mayor tiempo posible. Bien es verdad que más del 80 por ciento de los pacientes estudiados, creyentes o no, se negaron a que les aplicaran medidas heroicas. Sin embargo, algo más del 11 por ciento de los pacientes religiosos elegían la aplicación de tratamientos agresivos e invasivos en la creencia de que la actuación divina podría curarles por medio de dicho tratamiento. Es decir, a la hora de tomar decisiones, los pacientes con creencias religiosas y sus familiares eran tres veces más propensos a pedir que les aplicaran maniobras de reanimación cardiopulmonar en la última semana de vida y que los médicos hicieran todo lo posible para mantenerles vivos conectados a un respirador mecánico en una unidad de cuidados intensivos antes de morir.
Las técnicas médicas invasivas para prolongar la vida tienen un elevado coste, tanto en términos económicos como en sufrimiento humano. El tratamiento agresivo de pacientes con enfermedad terminal se asocia con una pobre calidad de la muerte. La aplicación de técnicas agresivas de soporte vital al final de la vida puede acabar convirtiendo a la muerte en un proceso mucho más doloroso. El tratamiento en una unidad de medicina intensiva con todo un arsenal de técnicas altamente invasivas para prolongar la muerte debería ser visto como algo negativo desde el punto de vista humano y religioso. Es verdad que la mayoría de los pacientes que son tratados en esas unidades no tienen cáncer, pero los resultados de este estudio en enfermos con cáncer avanzado destacan la necesidad de los médicos de reconocer y ser sensibles a la influencia de la religiosidad y espiritualidad que sienten sus pacientes a la hora de tomar decisiones sobre las esperanzas terapéuticas. La unidad de medicina intensiva no es el lugar para que un paciente con enfermedad terminal muera con dignidad. Este es un tema que necesitaría ser discutido en todas las confesiones religiosas. Yo quiero morir, cuando me llegue la hora, consolado por el empleo juicioso de la ciencia médica, pero sin estar forzado a una prolongación estéril de mi agonía. ¿ y Usted? que opina...................................
Via:laprovincia.com
Foto:fleni

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