martes, 24 de marzo de 2009

El hombre que ha salvado del cretinismo a un millón de niños tibetanos.


Hace 20 años, el Doctor Cres Eastman se fue de vacaciones a las aldeas remotas de la meseta Tibetana. El placer duró lo que su instinto científico en descubrir la gran cantidad de problemas mentales que observaba en la población. El cretinismo y los males cerebrales superaban la media. Descubrió que, debido a la altura, el yodo era filtrado por la tierra provocando carencias destructivas. Esta es la historia de la cruzada ejemplar de un médico que ha salvado a un millón de niños de los trastornos mentales derivados del déficit de yodo.En 1985, el endocrinólogo australiano y profesor de medicina y patología Cres Eastman se encontró durante su viaje con pueblos enteros sometidos a las atrocidades físicas y psíquicas provocadas por el cretinismo y la ausencia natural del yodo en la cadena alimentaria debido a las características geográficas de la zona. Una pesadilla de enfermedad que tan pronto provoca sordera, bocio, estrabismo, y encoge y deforma el esqueleto como produce un crecimiento exagerado y casi extra-corpóreo de gigantescas protuberancias. Pero sobre todo causa en los niños, nacidos de la carencia materna, un retraso congénito e irreversible en el desarrollo físico y mental que los convierte en auténticos cretinos (término científico para los afectados de cretinismo). Tal fue la devastación intelectual que un estudio de la OMS para la zona estableció que la desviación del IQ medio (cociente intelectual) del Tibet bajó hasta 76, muy por debajo de la media china (100).Los primeros cálculos de Eastman durante su primera visita a los pueblos de la meseta del Ching-Hi, evaluaron el 13% de la población como enfermos de cretinismo. Un primer diagnóstico in-situ que le sirvió para concienciarse y dar un giro radical a su vida. A partir de ese momento forjó su propio destino y responsabilidad personal para no abandonar nunca la idea de terminar con aquella terrible lacra. Sin apenas ayuda y con lo puesto dedicaría el resto de sus energías a impedir la involución mental del pueblo tibetano.
Lo que en principio parecía una fácil empresa con el pronto suministro de yodo y su distribución se convirtió en un odisea llena de obstáculos burocráticos y polítizados por la eterna discrepancia china con el pueblo Tibetano que no hicieron sino reforzar la actitud del Doctor para con su empresa.La primera de las medidas del doctor fue la movilización de su mano derecha el Dr Mu Li y un pequeño grupo de colegas australianos de la AusAid y así coordinarse en la tortuosa faena de presión burocrática del gobierno chino. Los fondos recaudados por el Dr Cres y la AusAid (un millones de dólares) sirvieron para lograr resultados inmediatos y así convencer estadísticamente a las autoridades locales. El problema surgió al comprobar la escasa viabilidad en suministro directo del yodo. El Dr Cres sabía que no bastaba con el abastecimiento in-situ (una cucharada al día) pues lo engorroso de la intendencia hacía inviable un suministro independiente.El Dr Cres entonces pensó en la manera de incorporar el yodo a la cadena alimenticia de los aborígenes interfiriendo en sus costumbres lo menos posible. La sal yodada era la solución perfecta pero habría que buscar un lugar para fabricarla.
A través del asesoramiento de ingenieros desde Australia, el equipo de Cres configuró la obsoleta fabrica de Sal de Lhasa para que incorporará el yodo a su formulación a través de unos sencillos aspersores importados desde Australia. Una flota de viejos camiones hicieron el resto. El Dr Mu Li fue el responsable de la creación de la red e infraestructura necesaria para distribuir la sal yodada por todo el Tíbet. La ICCIDD (Consejo Internacional para el Control de trastornos por carencia de yodo) junto con las autoridades chinas, calculan que la organización del Dr Cres ha librado ya de la enfermedad a unos 700.000 niños, 2 millones de mujeres en edad fértil y 140.000 recién nacidos sólo en el Tíbet, porque el Dr Cres ha continuado su cruzada en el interior de Australia, víctima también de las carencias del oligoelemento.
Después de 20 años y un sin número de visitas a China, el Dr Cres se ha ganado la confianza, la admiración y la cooperación del Gobierno chino. Una confianza sin la que habría sido imposible llevar a cabo esa labor en el Tíbet.
Actualmente el profesor Cres imparte clases de patología en la facultad de Medicina de la universidad de Sydney. Pero no deja de viajar asiduamente al Tibet para completar su programa de formación en torno a la sal yodada.

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