El próximo 27 de julio, los habitantes del DF tendremos la oportunidad de rechazar o aceptar, en una consulta pública, la Reforma Energética que propone el gobierno de Felipe Calderón. Les aviso que votaré (aunque el formulario sea “tendencioso” o “mañoso”) (total, nadie más se preocupó en preguntarme qué opinaba). Y les aviso también que expresaré un rotundo ¡NO! a esa reforma, por una simple razón: NO creo en los políticos. Pemex seguramente está muy dañado; seguro que el saqueo de décadas lo tiene en ruinas. Pero todavía nos queda petróleo. Si les soltamos a los políticos nuestro recurso energético, si les damos manos libres, se lo van a quedar, de una manera u otra, los ruines de toda la vida: los sátrapas en turno, las Elba Estheres, los Romeros Deschamps, los Bibriescas Sahagún, los Mouriños y toda esa runfla de ladrones, mañosos con permiso presidencial. Sí, sí, que el hidrocarburo se quede en el subsuelo y sí, sí, que bajen los ingresos petroleros del gobierno. ¿Para qué quiere más recursos Calderón? ¿Para alimentar a la jauría voraz, a sus nuevos amigos, los líderes sindicales? ¿Para qué quiere dinero Calderón? ¿Para campañas políticas y guerras suicidas y poco inteligentes contra el narco? ¿Por qué les vamos a dar permiso de chuparnos la última gota? NO a su Reforma Energética. Sabemos que Pemex agoniza, y con ese pretexto pretenden saquearlo de lo que le queda. NO a su Reforma Energética. Suena radical, pero yo prefiero que el litro de petróleo que me corresponde se quede guardadito cien años más, hasta que otra generación de mexicanos honestos (no estos que nos gobiernan) llegue al poder, y sepa cómo disponer de él para el bien de todos y no de unos cuantos, como seguramente sucederá si Felipe y sus amigos ganan esta batalla.
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