domingo, 24 de enero de 2010

Penes que encogen, creencias que matan




En septiembre de 2003, miles de varones sudaneses acudieron a los puestos de socorro de la ciudad de Jartum convencidos de que una terrible enfermedad estaba haciendo encoger sus penes. El mal, que se transmitía por el mero hecho de dar la mano a un extranjero, adquirió tales proporciones que obligó a actuar a la policía y al ministerio de Sanidad. Este curioso fenómeno, conocido como Koro, es frecuente en otras zonas de África y especialmente potente en China, donde miles de hombres acuden cada año al médico con el convencimiento de que una rara enfermedad está haciendo desaparecer sus penes. Los antropólogos han bautizado estas epidemias imaginarias como síndromes culturales, término que engloba a aquellas enfermedades propias de determinados grupos étnicos que en realidad no presentan más síntomas ni otra aparente causa que las propias creencias de quienes las padecen. En el mismo caso de la histeria ártica de los Inuits, la niebla cerebraldel África occidental, el Hwabyeong coreano, la enfermedad del espíritu de las tribus norteamericanas o el famoso “mal de ojo” del que hablaban nuestras abuelas. El denominador común de todos estos “males” es que sus poseedores enferman por la propia creencia, un hecho que entronca con lo que en Medicina se conoce como efecto Nocebo. Este fenómeno, una especie de reverso tenebroso del efecto placebo, provoca que un paciente empeore por el mero hecho de saber que está enfermo o porque se convence de que lo que tiene va a acabar con su vida. La revista New Scientist documentaba hace unos meses el caso de un paciente llamado Sam Shoeman a quien, en los años 70, le fue diagnosticado un cáncer de hígado que le dejaba pocos meses de vida. Al cabo de unas semanas el paciente empeoró y murió, pero la autopsia reveló que los médicos se habían equivocado: el tumor era muy pequeño y no se había extendido. De algún modo, como dice la revista, Shoeman no había muerto de cáncer sino de saber que tenía cáncer.Otro paciente, llamado Derek Adams, acudió a urgencias después de haber ingerido un bote de antidepresivos y estuvo al borde de la muerte hasta que el psicólogo que le trataba en un programa de pruebas indicó que aquellas pastillas en realidad no contenían nada dañino. Apenas quince minutos después, Adams se había recuperado milagrosamente de sus síntomas. Para comprobar este particular resorte psicológico, Giuliana Mazzoni, de la Universidad de Hull, en el Reino Unido, hizo un experimento con estudiantes a los que pidió que inhalaran una muestra de aire normal y les dijo que podía contener una toxina que provocaba dolores de cabeza y náuseas. Al cabo de unos minutos, buena parte de ellos desarrollaron los síntomas de una enfermedad inexistente, multiplicado por el hecho de ver a otros compañeros enfermando.El efecto nocebo es conocido por los médicos, que a menudo notan cómo los pacientes refieren molestias antes incluso de haber comenzado el tratamiento. Queda mucho por saber sobre el impacto de las creencias o falsas ideas en la salud, pero la realidad nos dice que somos capaces de convencernos a nosotros mismos de casi cualquier cosa. Un ejemplo reciente lo dejan los habitantes de la ciudad sudafricana de Craigavon, que llevan semanas pidiendo la retirada de una torre de telefonía a la que atribuyen todo tipo de alteraciones de la salud: desde dolores de cabeza a quemaduras y problemas para dormir. Y la compañía acaba de certificar que la torre lleva apagada desde octubre.

Protegete del sida

domingo, 17 de enero de 2010

Cumbre mundial por Haití, mientras tanto ..


Decenas de miles de personas hambrientas deambulaban por las calles de Puerto Príncipe, esperando la ayuda que se acumulaba en el principal aeropuerto de Haití, cinco días después del seísmo que dejó al país sumido en el caos y la violencia.

"Dicen que el Gobierno está recibiendo millones pero nosotros no hemos visto nada. Vivimos en la calle con nuestros hijos y tenemos que marcharnos aunque aquí tengamos nuestra vida".
El caos y la destrucción invadieron la ciudad.
"En todos los barrios hay destrucción. La gente anda errante en busca de alimentos, de ayuda".
En cada rincón de la capital arreciaban las críticas de que la ayuda se acumulaba en el aeropuerto controlado por Estados Unidos. Allí, las escenas de desesperación se repetían y decenas de personas dormían sobre el asfalto por que no podían salir del país.
"¡Invadamos la pista!", grita una mujer que pretendía ser evacuada.
La gestión del aeropuerto por parte de Estados Unidos creó tensiones diplomáticas después de que un avión con un hospital de campaña a bordo tuviera que dar vuelta atrás, mientras que los medios para tratar a los heridos escasean.
Debido a problemas logísticos, funcionarios del aeropuerto de Puerto Príncipe continuaban desviando vuelos con ayuda humanitaria para República Dominicana y las islas Turcas y Caicos, según funcionarios de la ONU.
Desde el pasado martes, cuando el seísmo redujo buena parte de la ciudad a las ruinas, centenares de tiendas, oficinas públicas y domicilios de la capital fueron saqueados ante la impotencia de la policía, que tiene órdenes de no disparar a una población diezmada por la tragedia.

"Roban cualquier cosa. Sirva o no. Es una locura. Nuestra orden es sólo alejarlos. No podemos dispararles", afirma Louis Jean Eficien, oficial de la policía.
El sonido de balas es cada vez más frecuente, lo mismo que la presencia de hombres armados con machetes. El Palacio de Justicia arde en llamas mientras decenas de cadáveres en estado de putrefacción son incinerados.
Jeanina Saint Georges, dueña de una tienda de alimentos se lleva las manos a la cabeza al descubrir el estado de su comercio.

"Nunca sabré cuánto perdimos. Pero estamos vivos y los problemas de este tipo en estas circunstancias parecen pequeños", dice, señalando los cadáveres que asoman bajo los escombros de su comercio.
El presidente de Haití, René Preval, viajará el lunes a Santo Domingo para asistir a una reunión preparatoria de la "cumbre mundial por Haití", convocada para reconstruir el país.
Imagen:grupoeupsike

miércoles, 13 de enero de 2010

Un posible mecanismo nuevo para controlar la obesidad


La sustancia P es un péptido que se une su receptor de alta afinidad, el receptor de la neuroquinina 1 (NK-1R), para mediar las respuestas de la inflamación neurógena, la motilidad intestinal, el transporte iónico epitelial y la permeabilidad de las mucosas. La sustancia P puede actuar de forma neurocrina, autocrina y paracrina y se encuentra en el tracto gastrointestinal, el hipotálamo y el tejido adiposo, lo que sugiere que podría tener un papel aún desconocido en el equilibrio energético. Karagiannides et al. (2008) han publicado recientemente estudios en los que han utilizado tres modelos de aumento de peso. Los autores administraron inyecciones retroperitoneales de un antagonista del NK-1R conocido como CJ 012,255 (CJ) y observaron cambios en el peso corporal, la ingestión de alimentos, los niveles séricos de insulina y la glucemia. Estos autores encontraron que los ratones de control habían ganado peso, mientras que los ratones tratados con CJ perdieron peso y redujeron la ingestión de alimento en los tres modelos, con una reducción concomitante de la grasa corporal, pero no de la masa muscular. Los ratones tratados con CJ presentaron unos niveles más bajos de insulina y mejor respuesta a la glucosa, lo que sugiere una mayor sensibilidad a la insulina en ellos que en los ratones de control. Al finalizar la administración de CJ, se produjo aumento del peso y de la ingestión de alimento que condujo a una vuelta gradual a los niveles pretratamiento.

La inyección de sustancia P en un ratón normal demostró un aumento moderado, dependiente de la dosis, de la ingestión de alimentos junto con un incremento de la expresión del neuropéptido Y, amén de una disminución de la expresión del péptido anorexigéno pro-opiomelanocortina. Es importante observar que los efectos del CJ fueron idénticos a los que se ven en el ratón ob/ob con carencia de leptina, lo que indica que estos resultados no dependen específicamente de los niveles de leptina. Estos datos indican que la sustancia P es orexígena en los ratones y que el bloqueo de su receptor de alta afinidad atenúa el aumento de peso que no depende de los niveles de leptina. Es decir, es muy probable que en el futuro se utilice la vía de señalización de la sustancia P para el tratamiento de la obesidad.
Karagiannides I et al: Substance P as a novel anti-obesity target. Gastroenterology 134:747, 2008 [PMID: 18325388]
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domingo, 3 de enero de 2010

Leonid Rogozov Se opero a si mismo



Leonid Rogozov se graduó como medico familiar en 1959 en el Instituto Pediátrico de Leningrado, cuando contaba con 26 años. En septiembre de 1960 se enrolo en la sexta expedición soviética a la estación antártica de Novolazarevskaya, compuesta por 13 personas. El 29 de abril de 1961, Rogozov empezó a sentirse enfermo, con unos síntomas que incluían un dolor por encima de la ingle. Se autodiagnostico: peritonitis por apendicitis aguda.


Puesto que no había ningún otro doctor en la expedición ni posibilidades de tomar un avión de regreso, decidió operarse a si mismo. Fue asistido por un meteorólogo y un ingeniero mecánico, los cuales le pasaron el instrumental medico y sostuvieron un espejo para que pudiera ver su abdomen. Se aplico anestesia local con una solución de novocaina, se practico una incisión abdominal de unos 12 cm. y procedió a extirpar su apéndice. La operación duro 1 hora y 45 minutosEn dos semanas, estaba de nuevo trabajando normalmente en la estación. Ese mismo año fue galardonado con la soviética Orden de la Bandera Roja del Trabajo.

Via:englishrussia
La increible Ines Ramirez (autocesarea)