jueves, 19 de noviembre de 2009

Los mexicanos padecen un cuadro agudo de desánimo


Los mexicanos están tristes. No creen en la política ni en los políticos y mucho menos en el modelo económico. La desesperanza se escucha en el transporte público, en las pláticas de café y puede leerse en los chats. Analistas políticos y económicos realizaron un diagnóstico sobre el desánimo nacional. Sus opiniones parecen provenir de un consultorio médico: aseguran que nuestro país agoniza y que sus ciudadanos padecen un cuadro agudo de desencanto, de enojo, de apatía, de desconfianza y de desesperanza.El remedio, coinciden los estudiosos, es uno solo: o cambia el modelo económico y se replantea el papel del Estado o la situación terminará en un fondo de consecuencias inimaginables. Pero ¿cómo llegamos a esta situación? La mayoría de los analistas considera que el Estado y sus instituciones no han respondido a las necesidades y expectativas de la mayor parte de la población y el gobierno se ha centrado en satisfacer los requerimientos de una élite, a la cual también se le agotaron los privilegios, pues el sector empresarial también comienza a hacer sus reclamos. El enojo se observa incluso en eventos masivos, como cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa asistió a la inauguración del estadio de futbol del equipo Santos, en Torreón, Coahuila. Ese día el mandatario escuchó una rechifla.
La salida de la crisis es aún distante y que los indicios de recuperación son frágiles.en este contexto se desaprovechó un capital social muy importante para el desarrollo del país como lo es la juventud, que se está sumiendo también en el desencanto.

Los Jovenes
Nos encontramos en un momento de transición demográfica en el cual los jóvenes han alcanzado máximos históricos en su participación dentro de la población total y en la fuerza de trabajo. Paradójicamente ni el Estado ni la sociedad parecen haberse percatado de la trascendencia de esta circunstancia crucial para el futuro del país.
De esta manera, en las familias mexicanas sucede que los padres pierden su empleo y los jóvenes no encuentran dónde colocarse. Las consecuencias sociales de esos errores políticos son visibles en las estadísticas. La tasa de suicidios aumenta gradualmente desde 1990. Según el Instituto Mexicano de la Juventud y el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, hace 30 años, quienes más se suicidaban eran adultos mayores, ahora la situación se revirtió. El 28.6% de los intentos se concrentra en la población de entre 15 y 19 años y 16.6% de los suicidios consumados son de jóvenes de entre 20 y 24 años.
El consumo de drogas también aumentó. La Secretaría de Salud reporta que en los últimos nueve años la drogadicción aumentó 50%. Otro dato que habla de la violencia detonada por el incipiente nivel de vida, entre otros factores, es la delincuencia, la cual, año tras año, según la Secretaría de Seguridad Pública federal, se incrementa 2% e involucra a cada vez más jóvenes y mujeres.

Ineficiencia
México está cercano a la disfunción estructural y padece una severa elevación de los niveles de tensión. Esto como consecuencia de las ineficiencias en la impartición de justicia en el país, a la incapacidad de los gobiernos para cumplir con los compromisos que asumen ante la sociedad, a la aparición de patologías sociales tendientes a la destrucción y deterioro del tejido social y en general, añade, a la ausencia de un proyecto de nación y de un pacto que sobrepase la agenda electoral y el análisis de la coyuntura.

Desconfianza institucional
La crisis institucional tiene sus más altos niveles y sus más críticas consecuencias en el aparato de justicia. Esta sensación de temor constante por la inseguridad propia y de las personas cercanas es una manifestación nítida de pérdida de bienestar y calidad de vida. El desencanto de la población mexicana obedece a que temas tan cruciales ahora como el acceso a la justicia, han quedado fuera de la agenda de los partidos políticos.
Tenemos un sistema de justicia mediocre al que sólo accede un sector privilegiado y la mayoría no. La población se debería amparar cuando no hay un pizarrón en la escuela de su comunidad, cuando no hay un médico o, en casos extremos de detención arbitraria, pero la mayoría, 90%, no tiene acceso a ese derecho y en lugar de garantizarlo, las reformas pretenden engrosar aún más este aparato ineficiente.

Este modelo ya está desgastado y cuando hay tanto desencanto es momento de un cambio, el cual debe venir desde la sociedad, no de los políticos... Esta crisis no puede ser infinita, es momento de un reajuste que esperemos que no tarde tanto porque esa apatía hacia lo público no es buena en términos de la construcción del país que queremos.

Modificado del universal

No hay comentarios: