
Blum Grynberg, coordinadora de la maestría en Psicoterapia para Adolescentes, explica que la sociedad mexicana ha respondido adecuadamente ante una situación traumática como la influenza A H1N1, porque ha sabido canalizar las sensaciones de angustia y peligro. “Ha sido una buena forma de afrontarlo, sin que esto quiera decir que la amenaza ha sido superada”. El impacto social causado por el virus tiene efectos tanto positivos como negativos, porque la información derivada ayuda a que la gente entienda el escenario actual. Sin embargo, advirtió que este continuo fluir de datos también puede ser perjudicial si es excesivo y “bombardeante”.
Las palabras e ideas, según sean usadas, pueden “tranquilizar o alterar a los sujetos”, y las medidas adoptadas tienen ese doble efecto; a diferencia de la información, éstas permiten “hacer algo útil”, pero al mismo tiempo dividen a los sujetos, porque al quedar aislados se ven incapacitados para canalizar sus emociones. Quedarse en casa no sólo implicaba protegerse a uno mismo sino a los demás, y el uso de tapabocas fue tomado como una defensa no únicamente de la nariz, sino del cuerpo entero, se volvió una insignia de pertenencia, afirmó. Blum Grynberg no duda que aunque pase la crisis, se deben considerar sus efectos posteriores. Por ello, es indispensable estudiar y abordar otros problemas psicosociales como los económicos, que se recrudecerán de forma constante, principalmente por la pérdida de empleos. Ante este panorama, señala que no se debe tomar el “ahora y el después” como si fueran un “siempre y un nunca”, es decir, adoptar posturas extremas como aquellas que sostienen que como la cercanía es fuente potencial de contagios, no se debe abrazar a alguien jamás. Es enriquecedor saber diferenciar la cercanía física de la afectiva y encontrar formas distintas de expresión para nuestros sentimientos y relaciones.
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