La tragedia de las personas de origen haitiano en República Dominicana alcanzó en las últimas horas una expresión aguda, al conocerse la denuncia de organizaciones de derechos humanos acerca de la venta de niños y niñas haitianos por cinco dólares, realizada por progenitores que no les quieren ver morir de hambre a su lado, según sus testimonios.
Muchos carecerán de palabras para calificar la situación, pero sobran las evidencias de que menores apresados en estos días por la policía de migración, algunos junto con sus madres, con la intención de devolverles a Haití, ni siquiera podían hablar una sola palabra en español y, a duras penas, conseguían referir su hambre y su desesperación por señas.
Si insólito resulta que, cuando la primera década del siglo ya enrumba hacia sus finales, esta realidad se produzca a unas cuantas millas de países poderosos, bajo la mirada de otros que sobre el planeta poseen mucho que les sobra, igualmente difícil de describir y de aceptar es la beligerancia, a favor y en contra, despertada por la noticia dada a conocer por El Nuevo Diario dominicano.
La revelación de que niños traficados o llevados por sus familiares estaban siendo vendidos a 150 pesos (el cambio está a 34 pesos por dólar, tasa también equivalente a los gourdas haitianos) fue realizada por Solidarité Fwontalyé, el Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados en Ouanaminthe (Haití), y Solidaridad Fronteriza de la provincia dominicana de Dajabón, en la frontera noroeste dominico haitiana, a unos 400 kilómetros de esta capital.
Los denunciantes dijeron que muchas veces los niños y las niñas son víctimas de todo tipo de abusos por parte de los traficantes haitianos y dominicanos.
"Activistas de derechos humanos y miembros de la prensa de Dajabón han sido testigos de casos de padres haitianos que llevan sus hijos pequeños a la franja limítrofe con la intención de que alguien los ayude a cruzar a territorio dominicano, alegando que prefieren que emigren a este país antes que verlos morir de hambre junto a ellos", consignó la agencia de prensa EFE.
Unos 75 menores haitianos -citó esa fuente- han sido arrestados y repatriados en los últimos tres días por autoridades migratorias en Santiago de los Caballeros, segunda ciudad dominicana ubicada hacia el centro del país.
Según los denunciantes, algunos de los niños trabajan en los campos de caña, como servidumbre doméstica, en la mendicidad, la venta callejera e, incluso, vendiendo su cuerpo.
El responsable de Migración en la zona Norte, Juan Isidro Pérez, dijo que inspectores de ese organismo mantienen operativos permanentes en Santiago y otras ciudades de la región, donde apresan para fines de repatriación a niños y mujeres que pernoctan en las calles pidiendo limosna.
Pérez consideró inhumano el tráfico de niños haitianos y dijo que el proceso de repatriación es costoso, ya que en el trayecto hay que garantizarles alimentos y cubrir otras necesidades.
Un debate que se debate con la historia
Aunque se trata de razones poco justificables, si se acude a su origen histórico ya remoto, lo cierto es que la aversión de una parte de dominicanos y dominicanas a las personas venidas de Haití, se remonta a la primera mitad del siglo XIX cuando, en 1804, el vecino estado se independizó de Francia.
Toissaint Loverture, el líder de aquella revolución, temió con buen juicio que si la colonia francesa se aliaba con la española, presente en la que entonces era Isla de Quisqueya (hoy República Dominicana), y con los negros poderosos que habían emigrado hacia acá, la emprenderían contra su Revolución para recuperar Saint Domingue.
En 1822, con el pretexto de que tenían que garantizar su luchada independencia, invadieron territorio dominicano y aquí permanecieron, cometiendo también todo tipo de desmanes, hasta 1844 cuando se proclamó la independencia.
El diferendo no terminó ahí. En tiempos del dictador Rafael Leónidas Trujillo, en 1937, éste ordena la dominicanización de la frontera a consecuencia de lo cual entre 18.000 y 20.000 personas de origen haitiano fueron asesinadas.
El "temor" de que otra invasión pudiera provenir de Haití es alegado como razón para el rechazo a los vecinos del oeste.
Muchos carecerán de palabras para calificar la situación, pero sobran las evidencias de que menores apresados en estos días por la policía de migración, algunos junto con sus madres, con la intención de devolverles a Haití, ni siquiera podían hablar una sola palabra en español y, a duras penas, conseguían referir su hambre y su desesperación por señas.
Si insólito resulta que, cuando la primera década del siglo ya enrumba hacia sus finales, esta realidad se produzca a unas cuantas millas de países poderosos, bajo la mirada de otros que sobre el planeta poseen mucho que les sobra, igualmente difícil de describir y de aceptar es la beligerancia, a favor y en contra, despertada por la noticia dada a conocer por El Nuevo Diario dominicano.
La revelación de que niños traficados o llevados por sus familiares estaban siendo vendidos a 150 pesos (el cambio está a 34 pesos por dólar, tasa también equivalente a los gourdas haitianos) fue realizada por Solidarité Fwontalyé, el Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados en Ouanaminthe (Haití), y Solidaridad Fronteriza de la provincia dominicana de Dajabón, en la frontera noroeste dominico haitiana, a unos 400 kilómetros de esta capital.
Los denunciantes dijeron que muchas veces los niños y las niñas son víctimas de todo tipo de abusos por parte de los traficantes haitianos y dominicanos.
"Activistas de derechos humanos y miembros de la prensa de Dajabón han sido testigos de casos de padres haitianos que llevan sus hijos pequeños a la franja limítrofe con la intención de que alguien los ayude a cruzar a territorio dominicano, alegando que prefieren que emigren a este país antes que verlos morir de hambre junto a ellos", consignó la agencia de prensa EFE.
Unos 75 menores haitianos -citó esa fuente- han sido arrestados y repatriados en los últimos tres días por autoridades migratorias en Santiago de los Caballeros, segunda ciudad dominicana ubicada hacia el centro del país.
Según los denunciantes, algunos de los niños trabajan en los campos de caña, como servidumbre doméstica, en la mendicidad, la venta callejera e, incluso, vendiendo su cuerpo.
El responsable de Migración en la zona Norte, Juan Isidro Pérez, dijo que inspectores de ese organismo mantienen operativos permanentes en Santiago y otras ciudades de la región, donde apresan para fines de repatriación a niños y mujeres que pernoctan en las calles pidiendo limosna.
Pérez consideró inhumano el tráfico de niños haitianos y dijo que el proceso de repatriación es costoso, ya que en el trayecto hay que garantizarles alimentos y cubrir otras necesidades.
Un debate que se debate con la historia
Aunque se trata de razones poco justificables, si se acude a su origen histórico ya remoto, lo cierto es que la aversión de una parte de dominicanos y dominicanas a las personas venidas de Haití, se remonta a la primera mitad del siglo XIX cuando, en 1804, el vecino estado se independizó de Francia.
Toissaint Loverture, el líder de aquella revolución, temió con buen juicio que si la colonia francesa se aliaba con la española, presente en la que entonces era Isla de Quisqueya (hoy República Dominicana), y con los negros poderosos que habían emigrado hacia acá, la emprenderían contra su Revolución para recuperar Saint Domingue.
En 1822, con el pretexto de que tenían que garantizar su luchada independencia, invadieron territorio dominicano y aquí permanecieron, cometiendo también todo tipo de desmanes, hasta 1844 cuando se proclamó la independencia.
El diferendo no terminó ahí. En tiempos del dictador Rafael Leónidas Trujillo, en 1937, éste ordena la dominicanización de la frontera a consecuencia de lo cual entre 18.000 y 20.000 personas de origen haitiano fueron asesinadas.
El "temor" de que otra invasión pudiera provenir de Haití es alegado como razón para el rechazo a los vecinos del oeste.
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