Los bebés no siempre responden ante el dolor con lloros y muecas. Sin embargo, su actividad cerebral varía cuando están sufriendo. Investigadores del Reino Unido han demostrado la eficacia de una prueba para valorar con más precisión la reacción del recién nacido ante estímulos dolorosos, según un estudio publicado en la revista 'Public Library of Science Medicine'.
La doctora Rebeccah Slater y su equipo, de la Universidad College London (Reino Unido) estudiaron 33 situaciones diferentes en 12 bebés prematuros, clínicamente estables, que habían nacido entre la semana 25 y la 43 de gestación. Los bebés fueron sometidos a una punción del talón, una prueba diagnóstica habitual.
Para valorar el nivel de dolor de los bebés, los especialistas han utilizado la conocida Escala de Evaluación del Dolor del Recién Nacido (Premature Infant Pain Profile, PIPP), un método que tiene en cuenta tres elementos: la expresión facial, la frecuencia cardiaca y el nivel de oxígeno en sangre periférica. Estos tres factores se observaron antes, durante y después de la punción, en intervalos de 30 segundos.
La doctora Rebeccah Slater y su equipo, de la Universidad College London (Reino Unido) estudiaron 33 situaciones diferentes en 12 bebés prematuros, clínicamente estables, que habían nacido entre la semana 25 y la 43 de gestación. Los bebés fueron sometidos a una punción del talón, una prueba diagnóstica habitual.
Para valorar el nivel de dolor de los bebés, los especialistas han utilizado la conocida Escala de Evaluación del Dolor del Recién Nacido (Premature Infant Pain Profile, PIPP), un método que tiene en cuenta tres elementos: la expresión facial, la frecuencia cardiaca y el nivel de oxígeno en sangre periférica. Estos tres factores se observaron antes, durante y después de la punción, en intervalos de 30 segundos.
Una cámara de vídeo grabó la respuesta conductual y las expresiones faciales de los bebés desde los 15 segundos antes del pinchazo hasta los 30 segundos después. Las conductas se clasificaron en una tabla, al igual que las expresiones faciales, que normalmente consistían en arrugar la frente, los ojos y el labio superior. Además, los prematuros fueron monitorizados, para que los especialistas midieran el ritmo cardiaco y el nivel de oxígeno en sangre. Al parecer, la frecuencia cardiaca aumenta ante el dolor, mientras el oxígeno disminuye en la sangre.
La novedad de este trabajo es que los investigadores utilizaron otra prueba, denominada espectroscopia de reflectancia en el infrarrojo cercano, para medir la concentración de oxígeno y hemoglobina en el cerebro de los bebés. Para ello, colocaron sensores en la zona del cerebro responsable de las sensaciones, la corteza somatosensorial.
Tras realizar la espectroscopia, se observó un aumento de la concentración de la hemoglobina total en la zona del cerebro relacionada con las sensaciones después de la punción del talón, en 30 de los 33 situaciones. Esto indica una clara relación entre la actividad cerebral y el dolor.
Al contrastar los resultados de ambas pruebas (la escala y la nueva herramienta), los autores observaron que en 10 de las 33 situaciones evaluadas, los bebés presentaban cambios cerebrales ante el dolor de la punción, aunque no mostraban modificación alguna en su expresión facial. Estos resultados indican que "la valoración del dolor basada únicamente en las herramientas de comportamiento podrían subestimar el dolor experimentado", afirma la doctora Slater.
Precisamente porque el nivel de dolor de los bebés no siempre puede medirse correctamente, la capacidad de la espectroscopia para medir la respuesta cerebral de los bebés después de la punción permite mejorar las herramientas que se utilizan actualmente para medir el dolor de los bebés, es decir, la Escala de Evaluación del Dolor del Recién Nacido (PIPP). Así, elementos conductuales, fisiológicos y cerebrales conforman un método más completo y perfeccionado para valorar el nivel de sufrimiento de los bebés ante un evento nocivo.
La novedad de este trabajo es que los investigadores utilizaron otra prueba, denominada espectroscopia de reflectancia en el infrarrojo cercano, para medir la concentración de oxígeno y hemoglobina en el cerebro de los bebés. Para ello, colocaron sensores en la zona del cerebro responsable de las sensaciones, la corteza somatosensorial.
Tras realizar la espectroscopia, se observó un aumento de la concentración de la hemoglobina total en la zona del cerebro relacionada con las sensaciones después de la punción del talón, en 30 de los 33 situaciones. Esto indica una clara relación entre la actividad cerebral y el dolor.
Al contrastar los resultados de ambas pruebas (la escala y la nueva herramienta), los autores observaron que en 10 de las 33 situaciones evaluadas, los bebés presentaban cambios cerebrales ante el dolor de la punción, aunque no mostraban modificación alguna en su expresión facial. Estos resultados indican que "la valoración del dolor basada únicamente en las herramientas de comportamiento podrían subestimar el dolor experimentado", afirma la doctora Slater.
Precisamente porque el nivel de dolor de los bebés no siempre puede medirse correctamente, la capacidad de la espectroscopia para medir la respuesta cerebral de los bebés después de la punción permite mejorar las herramientas que se utilizan actualmente para medir el dolor de los bebés, es decir, la Escala de Evaluación del Dolor del Recién Nacido (PIPP). Así, elementos conductuales, fisiológicos y cerebrales conforman un método más completo y perfeccionado para valorar el nivel de sufrimiento de los bebés ante un evento nocivo.
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