El médico no es lo que era. Admitámoslo. Ese ser considerado por el paciente como mezcla de padre, sacrosanto, en los altares del que todo lo puede y del cual se esperaba el milagro, no existe. Feneció porque la gente no lo considera más así. Por otro lado, mejor que así sea, los médicos somos terrenales.
El avance de la ciencia, los métodos de diagnóstico y el grado de ultra-ultra especialización, produjeron un cambio de era, donde la deducción semiológica de lo que un paciente tiene como signosintomatología para llegar a un diagnóstico, ha sido reemplazado por un cierto facilismo a la hora de solicitar al paciente toda clase de estudios, baterías de imágenes y celeridad en la consulta, por la inmediatez de ver más pacientes. Esto ocurre en todos lados, no solo en Corrientes.
Para refrescar al lector: un médico tarda entre seis y siete años si estudia a buen ritmo y responsablemente en la Universidad. Luego, comienzo (sólo el 10 % accede a este sistema) un entrenamiento conocido como residencia médica. Allí el profesional se especializa, pasando cuatro años con semana se guardia en un número de tres a cuatro. Ya a los 28 o 30 años y la especialidad en la mano, se inserta en el mercado laboral siendo…nadie. Algunos tienen la suerte de efectuar una pasantía en el exterior o una residencia post básica para hilar más fino y no entrar a competir en especialidades donde el grueso compite por ganarse la vida, ofreciendo prácticas cada vez más ultraespecializadas. (Puede que allí se pierda el contexto de lo general, es un riesgo casi obligado a tomar). ¿Y la familia? Bien gracias, teniendo hijos y planificando ser padre casi orillando los 35. Dos años de práctica ad-honorem tuve que pasar para obtener un contrato en el hospital público, inestable por cierto, y gracias a largas horas de plantón en el Ministerio. Mientras tanto a algunos “afortunados” amigos del poder de turno, y esquivando este largo derrotero, yendo por la vía corta de la no capacitación, lograban nombramientos de máximas categorías. Ese es otro cantar.
Lo cierto es que los pacientes recorren los consultorios como recorren la calle Junín buscando “precio”, no alcanzan a comprender muchas veces la importancia de la capacitación profesional. En otras palabras, ese extenso derrotero está mal remunerado, no está valorizado. De allí la polémica del plus, práctica que hace a los médicos, compañeros de la marginalidad. Buscando la dignidad a hurtadillas. Mal visto por la gente, la cual tiene razón, con la vista gorda de muchos que no pueden ofrecer mejores aranceles. Esto deteriora la relación médico-paciente, tornando una práctica imperfecta en una obligación de éxito, so pena de la acción legal, agravada por un latiguillo harto escuchado: “encima me cobró”. Está visto por la gente que efectuar una receta, un pedido de estudios, un resumen de historia clínica o la interpretación en pasillo de una radiografía o placa radiográfica, laboratorio, etc., no constituye un acto de razonamiento médico y que deba ser remunerado. Es una gauchada. En el otro lado de la balanza, a nadie se le ocurriría llevar una gaseosa de un quiosco, un litro de nafta “de onda” de una estación de servicio o un tomate de un supermercado. Irían presos, es robo.
Hoy ante los ojos de la sociedad el médico goza de desprestigio. Es el chivo expiatorio de los males que aquejan al sistema. No es considerado un profesional más, de éste se espera el sacerdocio de la sanación. No está bien visto que su trabajo sea remunerado. No todos los pacientes, en realidad una gran parte de la sociedad, carece del beneficio de la obra social. Por ende, la consulta y las diferentes prácticas médicas, deben abonarse en efectivo. Muchas prácticas son costosas. Las internaciones cuestan por la hotelería, los insumos, las horas de enfermería, la anestesia, los honorarios médicos, etc. Esto puede ser irremontable para un paciente. Pero es el médico el cual vil comerciante, “intenta” cobrar por…qué? una consulta? Si no me llevo nada en las manos después de ver al médico?, tal como me llevaría algo de un supermercado, por supuesto con la obligación de abonar por el producto.
Volvamos a las obras sociales. A los pacientes les descuentan del sueldo un monto para gozar del beneficio de cobertura de la salud. (La gran mayoría como empleados públicos en la Provincia, tienen cobertura del IOSCOR). Sabían esos pacientes que a los médicos nos abonan por nuestro trabajo varios meses después del acto médico, con descuentos o débitos, siempre vaya a saber por qué?. Sabían que muchas obras sociales los hacen rehenes de la cartilla exclusiva de prestadores, los cuales muchas veces no son los médicos que el paciente eligió? Sabían que muchas veces el valor de una consulta que decide el futuro del paciente y a veces la familia vale menos que una tarjeta de teléfono o un kilo de carne? Los médicos también tienen familia y deben pagar las cuentas a fin de mes, llevar algo en el chango del supermercado, pero cuando llegan a la caja, no hay posibilidad de decirle al empleado: “puedo pagarle con una orden a tres o seis meses con descuentos?” . Ninguna empresa o supermercado o lo que fuere aceptaría eso, amén de la inflación que carcome los bolsillos. (Cobrar dentro de tres meses con el valor de hoy).
El sistema público de salud es deficitario. Han desaparecido prestaciones de alta complejidad como hace pocos años teníamos. Basta ver que Formosa es pionera y líder en trasplantes a través del hospital de alta complejidad. Aquí se cierran salas y quirófanos funcionan a media máquina por falta de insumos. Estrategia para ahorrar recursos? Pero el paciente sufre las consecuencias. Y los sueldos de los profesionales de la salud? Estancados, liderando los niveles más bajos del país. Pidieron una entidad hecha y derecha, el ASPROSAC, y de todas maneras no somos reconocidos. Al contrario, castigados por querer trabajar. Hay tanto por hacer…
Muchos de nosotros tenemos que trabajar en más de tres lugares (cada vez más parecido a Buenos Aires), a saber: en la Universidad como docentes, en el hospital público y en la práctica privada, siempre corriendo apresurados por cumplir como sea, deteriorándose la calidad de atención, la calidad de enseñanza.
Los pacientes pueden tener razón por el nivel de atención, pero también es cierto que esta no es una ciencia exacta, por lo cual el error y lo impredecible juega un papel importante. Pueden reducirse los riesgos, trabajando honesta y profesionalmente, pero los resultados muchas veces no son los deseados, es una ciencia biológica, imperfecta. Cuando se construye una pared, si sale mal, puede volteársela, pero cuando uno está operando, nosotros carecemos de la posibilidad de rehacer y a veces las oportunidades son únicas. Estamos expuestos a la industria del juicio por mala praxis Pocos prosperan según la Asociación Médica Argentina, pero el desprestigio y desgaste para todos es enorme. No digo que todos sean santos, hay de todo en la viña del señor.
Debemos propender a una mejor salud pública, a la cobertura universal, a la gratuidad del sistema público, a la eficiencia del privado, pero también a mejorar la remuneración profesional, a fin de trabajar con calidad y tranquilidad. Como ocurre en Brasil, donde hay un estudio de la cantidad de médicos necesarios para la población en forma proporcional. (Y tienen sólo lo que necesitan). El médico nunca puede ganar, y lo digo con respeto, menos que un albañil como ocurre en muchos casos acá. También es desvalorizada la categorización de la formación, la especialidad. Nuestra Universidad, a través de la Facultad nos otorga la posibilidad cada tres a cinco años de recertificar (renovar la especialidad) para estar acorde a los tiempos modernos. Ello implica demostrar qué formación, qué grado de actualización, qué esfuerzo por superarse tiene el médico. Pues bien, ese título no es bonificado. No es categorizado por las obras sociales. Entonces da lo mismo demostrar que uno se actualizó o no. Tiene valor académico y nos deja dormir más tranquilos, con la conciencia de lo bien hecho, pero nada más.
No creo que la medicina deba verse desde el punto de vista mercantilista, sino con una óptica social y solidaria, pero estamos mal y nada indica que estemos mejor. No hay una política a largo plazo, y me invade la sensación que vamos hacia un mundo diametralmente opuesto al que vivieron esos médicos de antaño que eran respetados y queridos por los pacientes, que vivían dignamente de su trabajo.
Datos del Autor
Especialista Universitario en Cirugía General y Cirugía Oncológica (Instituto Angel H. Roffo-UBA) - Profesor Adjunto de la Facultad de Medicina de la UNNE - Director Curso de Grado en Oncología (UNNE) - Cirujano Oncólogo del Servicio de Ginecología del Hospital "José R. Vidal" - Miembro MAAC-SAMAS-AOCC
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