Parapetados tras una bata blanca y un fonendoscopio, se enfrentan cada día a la enfermedad. Están acostumbrados al olor a hospital, a las retahílas de fármacos, a los largos tratamientos, a ver llegar la muerte... Sin embargo, según aseguran, para un médico nada de esto es suficiente cuando la vida da un vuelco y decide convertirle en paciente. "Es imposible. Eso no puede pasarme a mí" fue cuanto acertó a pensar Pilar Gasca la primera vez que escuchó la palabra cáncer en su diagnóstico. Acostumbrada a comunicar malas noticias como esa a sus pacientes, no era capaz de creer que en aquella ocasión la enferma fuera ella. Sin embargo, "eso" ocurrió. Y, durante nueve meses, mantuvo a esta ginecóloga del Hospital Clínico San Carlos de Madrid al otro lado de la consulta, donde surgen las dudas, la angustia y los miedos. "Como médico, lo peor es conocer más datos que un paciente normal; saber cosas como la tasa de supervivencia. Eso me generaba mucha ansiedad, así que al final decidí no obtener más información que la que me daba mi oncólogo", recuerda esta especialista.Casi cuatro años después y ya recuperada, asegura que la experiencia no ha cambiado su trato con el enfermo, su día a día profesional. Sin embargo, muchos otros aseguran que "haber vivido la experiencia desde el otro lado" hace comprender mejor al paciente, ayuda a ponerse más en su piel. Es el caso de Javier Bayo, diabético y médico de familia en la localidad vizcaína de San Vicente. "Quizá, al haber pasado por lo mismo, entiendes mejor lo que se siente en los momentos de espera, el nerviosismo que se produce antes de un diagnóstico", apunta. "El hecho de haberse sentido enfermo hace que sea más sencilla la relación médico-paciente, posiblemente te humaniza más", añade Eduardo Serna -miembro del servicio de Cirugía Plástica del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander- quien, por su condición de celiaco, debe llevar una dieta especial y realizarse revisiones periódicas. Tres días de hospitalización por una operación del ligamento cruzado sirvieron para que Tania Tineo, enfermera en el madrileño Hospital de la Princesa, cambiara su punto de vista profesional. "Desde entonces, no he vuelto a decir cosas como 'es un pinchacito que no duele nada'", recuerda. Aunque la intervención fue un éxito y Tania no tiene más que buenas palabras para los compañeros que la atendieron, asegura que la experiencia marcó un antes y un después: "Todo el personal tendría que pasar una temporada como paciente para ver lo que es; para sentir, por ejemplo, lo que supone perder tu identidad por unos días y pasar a ser 'la rodilla de la habitación x'". Precisamente fue una larga estancia en el hospital para recuperarse de un cáncer de garganta lo que llevó a Itzhak Brook, un pediatra norteamericano, a escribir recientemente una carta abierta a sus colegas en la revista 'Archives of Otolaryngology'. "Experimentar de primera mano las dificultades y tribulaciones que se sufren [...] me mostró lo dependientes que somos y la ayuda que necesitamos", comenta Brook, quien, en ocasiones, sufrió las prisas y los procedimientos encorsetados que a menudo acompañan a la medicina. Por ello, en su escrito, hace un llamamiento a una atención médica que no solo trate a pacientes, sino también a personas.Ese trato cercano fue, justamente, el que puso en el camino de la investigación médica a Marta Zalacain, que de niña tuvo que ser hospitalizada debido a un osteosarcoma -el tumor óseo más frecuente en la infancia y adolescencia-. "Fue un año muy duro", recuerda; pero tras el tratamiento salió del hospital curada, con "otra familia" y una fuerte inclinación por la ciencia. La inclinación era tan fuerte que, años después, con el título universitario en la mano, Marta llamó a la puerta de uno de los doctores que la había tratado en la Clínica Universitaria de Navarra y se ofreció para formar parte de su equipo.Tras unos años de colaboradora –"casi por amor al arte"- hoy forma parte de un grupo puntero en la investigación del osteosarcoma, la enfermedad que tan bien conoce. "Lo que me pasó no me va a hacer ser mejor que ningún otro investigador, pero sí que mi dedicación sea completa. Para mí, lograr un avance importante no sólo sería un éxito profesional, sino también personal", indica. "Y conseguirlo", remarca Marta, "pasa por seguir trabajando". Coinciden con ella todos los profesionales consultados: "Lo importante es no dejar de hacerle frente a la enfermedad, sea cual sea el lado en el que estés".
Via:elmundoes
Foto:diariovasco
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